Discalculia
La discalculia es una discapacidad del aprendizaje que afecta la capacidad de aprender aritmética y matemáticas en alguien de inteligencia normal, en comparación con aquellos de la misma edad que reciben instrucción idéntica. Puede causar dificultad para contar, medir cantidades, memoria de trabajo para números, memoria secuencial, capacidad para reconocer patrones, percepción del tiempo, decir la hora, sentido de dirección y recuperación mental de hechos y procedimientos matemáticos. La discalculia es una condición de por vida que puede obstaculizar el progreso académico y la autoestima; sin embargo, se puede controlar con tratamiento, especialmente el que se inicia en la primera infancia.
La discalculia también puede denominarse “dificultad para aprender matemáticas”, “discalculia del desarrollo”, “acalculia” (si se adquiere más adelante en la vida), “ansiedad matemática”, “dislexia matemática” o “deterioro numérico”. En el DSM-5, normalmente se clasifica como “trastorno específico del aprendizaje con deterioro en matemáticas”.
Contenido
La discalculia generalmente se presenta por primera vez en la infancia, aunque es posible que no se diagnostique hasta la edad adulta. Los síntomas pueden incluir:
- dificultad para sumar, restar, multiplicar y dividir números, u obtener resultados inconsistentes al hacerlo
- problemas para comprender las reglas de las matemáticas o memorizar hechos y fórmulas matemáticas
- problemas para identificar qué cantidad es mayor o menor
- dificultad para leer relojes analógicos
- desafíos al realizar cálculos mentales
- una necesidad persistente de contar con los dedos después de que sus compañeros han dejado de hacerlo
- problemas con tareas relacionadas con el dinero, como dar cambio, calcular propinas o estimar precios de venta
- dificultad para estimar valores como velocidad, tiempo o distancia
- dificultad para distinguir entre derecha e izquierda u orientarse en el espacio
- retrasos frecuentes o mala gestión del tiempo
Estos síntomas, junto con la capacidad general de una persona para comprender conceptos matemáticos, pueden parecer inconsistentes; un individuo con discalculia puede parecer capaz de realizar cálculos un día pero luego olvidar cómo hacerlo en un examen al día siguiente. También pueden presentarse otros síntomas más sutiles, como dificultad para recordar nombres o asociar caras con nombres.
En términos más generales, una persona con discalculia puede parecer distraída, con tendencia a perderse, perder cosas, perder la noción del tiempo o desorientarse fácilmente; Debido a esto, es posible que se les diagnostique TDAH en lugar de discalculia. La discalculia también puede desencadenar sentimientos de ansiedad o baja autoestima. Un niño puede, por ejemplo, sentirse ansioso ante la idea de hacer matemáticas, hacer un esfuerzo por evitar actividades que lo requieran o etiquetarse a sí mismo como “estúpido” porque tiene dificultades para seguir el ritmo de sus compañeros.
La prevalencia de la discalculia no está bien documentada. Sin embargo, la mayoría de las estimaciones sugieren que entre el 5 y el 10 por ciento de los niños en edad escolar cumplen los criterios de discalculia.
No existe una prueba única para la discalculia. El trastorno generalmente se diagnostica mediante una evaluación integral que evalúa habilidades matemáticas específicas y habilidades cognitivas generales; revisa la historia familiar, los puntajes de las pruebas estandarizadas y el desempeño académico anterior; y descarta otros trastornos relacionados, como la ansiedad generalizada o el TDAH.
En algunos lugares, como en Estados Unidos la discalculia se puede clasificar como una discapacidad según la Ley de Educación para Individuos con Discapacidades (IDEA) y la Ley de Estadounidenses con Discapacidades (ADA), lo que significa que los niños y adultos con esta afección pueden calificar para recibir adaptaciones en la escuela o en el lugar de trabajo.
La discalculia, al igual que otras discapacidades del aprendizaje, no se puede “curar” y persistirá hasta la edad adulta. Sin embargo, con tratamiento, apoyo y adaptaciones, las personas con discalculia pueden aprender a controlar la afección e identificar estrategias de afrontamiento que les permitan navegar con éxito por el mundo.
No necesariamente. La mala instrucción, otros trastornos como la ansiedad o el TDAH, o problemas familiares como la pobreza o la inestabilidad pueden hacer que a algunos niños les resulte más difícil comprender nuevos conceptos o concentrarse en la clase de matemáticas. Es más, a muchos niños les resultan difíciles las matemáticas en un momento u otro, y los desafíos matemáticos apropiados para su edad no son necesariamente indicativos de discalculia. Los padres que estén preocupados por las habilidades matemáticas de sus hijos deben hablar primero con los maestros del niño; pueden ayudar a determinar si los desafíos de un niño son inusuales para su edad y si es necesario realizar una evaluación.
Los investigadores aún no saben con certeza qué causa la discalculia del desarrollo. Pero al igual que con otras discapacidades del aprendizaje, se cree que influye una combinación de factores genéticos y ambientales. Los expertos continúan intentando descubrir las diferencias entre aquellos cuyos problemas con las matemáticas se derivan de déficits en el procesamiento cerebral y aquellos cuyos problemas están relacionados con factores como la mala instrucción, la pobreza o las condiciones de coexistencia.
También es posible, aunque poco común, que alguien adquiera discalculia como resultado de una lesión cerebral o un derrame cerebral. Esta forma del trastorno generalmente se debe a un daño en el lóbulo parietal del cerebro y puede denominarse “acalculia”. Los problemas repentinos con las matemáticas también pueden ser un signo de demencia.
Se cree que la discalculia, al igual que otras discapacidades del aprendizaje, está fuertemente influenciada por la genética. Las personas con discalculia tienen significativamente más probabilidades que la población general de tener familiares con discalculia, según una investigación.
A la discalculia a veces se le llama “ansiedad matemática”, aunque el apodo no es del todo exacto. Alguien puede sentirse persistentemente ansioso ante la idea de hacer matemáticas pero no tener discalculia; por otro lado, para algunas personas con discalculia diagnosticable, la ansiedad puede empeorar las dificultades que experimentan. E independientemente de la discalculia, la ansiedad matemática puede ser grave y llevar a evitar las matemáticas a largo plazo; algunas investigaciones han descubierto que, para algunas personas que luchan contra la ansiedad matemática, la anticipación de tener que hacer matemáticas activa los mismos centros en el cerebro que registran amenazas viscerales y dolor físico.
La instrucción ineficaz o inconsistente no puede causar trastornos del desarrollo cerebral como la discalculia. Sin embargo, una mala instrucción matemática puede llevar a algunos niños a tener dificultades con conceptos matemáticos comunes o a obtener peores resultados en matemáticas de lo que lo harían de otra manera. Determinar si las dificultades de un niño o niña con las matemáticas se deben a discalculia o a otra causa, incluida una mala instrucción, es un componente clave de una evaluación integral.
Los niños con discalculia se benefician mejor de una intervención temprana y entrenamiento especializado en habilidades relacionadas con la aritmética y las matemáticas básicas. El tratamiento generalmente implica instrucción matemática personalizada, así como adaptaciones en el aula que permiten a los niños mantenerse al día con sus compañeros. Las terapias y adaptaciones específicas utilizadas pueden variar según la naturaleza y el grado de la discalculia.
Los adultos con discalculia también pueden beneficiarse del tratamiento, aunque lamentablemente hay poca investigación sobre la eficacia de las intervenciones diseñadas específicamente para adultos. Los adultos a los que se les diagnostica discalculia pueden obtener adaptaciones en el lugar de trabajo, lo que podría ayudarles a controlar mejor sus síntomas y ser más eficaces en su trabajo. La psicoterapia individualizada también puede ayudar a los adultos a superar problemas persistentes de autoestima causados por sus dificultades matemáticas de toda la vida.
El tratamiento generalmente comienza con una evaluación de las habilidades de aprendizaje y los niveles de motivación del niño por parte de maestros y otros profesionales escolares para identificar enfoques y adaptaciones que puedan ayudar. También se incorporarán factores como discapacidad visual o auditiva, asistencia escolar o dificultades emocionales o motoras que puedan interferir en el aprendizaje. Luego, además de la instrucción matemática especializada adaptada a las necesidades del niño, los niños con discalculia generalmente recibirán adaptaciones para ayudarlos a compensar sus síntomas más desafiantes.
Las adaptaciones comunes para la discalculia incluyen: tiempo adicional en los exámenes; tarea de matemáticas reducida; la capacidad de utilizar una calculadora cuando sea posible; controles frecuentes durante el trabajo de clase; y el uso de “hojas de referencia” que permiten a los estudiantes hacer referencia a fórmulas comunes durante las pruebas. Los padres, maestros y psicólogos escolares suelen colaborar para identificar las adaptaciones que serían más útiles para un niño en particular; el proceso a menudo requiere algo de prueba y error.
Los adultos con discalculia pueden beneficiarse de tutorías privadas de matemáticas, si son accesibles. También es posible que deseen preguntarle a su médico o profesional de salud mental si hay recursos específicos para la discalculia disponibles en su área. Más allá de eso, tomar medidas para modificar el lugar de trabajo (incluida la búsqueda de adaptaciones formales, si se desea) puede ser el camino más seguro para evitar que los síntomas problemáticos interfieran con la vida cotidiana. Posibles modificaciones/adaptaciones incluyen: usar una calculadora en el trabajo; publicar “hojas de referencia” de cualquier fórmula necesaria en el espacio de trabajo; llevar la computadora portátil o la calculadora a las reuniones según sea necesario; o usar alarmas de teléfonos celulares u otros dispositivos de cronometraje para realizar un mejor seguimiento del tiempo.
Actualmente, no hay ningún medicamento aprobado para tratar problemas de aprendizaje como la discalculia. Sin embargo, los niños y adultos con trastornos de salud mental concurrentes, como el TDAH, pueden descubrir que tomar medicamentos para esa afección les ayuda a concentrarse más eficazmente en las matemáticas.