La dispraxia es un trastorno neurológico que afecta la planificación y coordinación de la motricidad fina y gruesa; también puede afectar la memoria, el juicio, la percepción, el procesamiento de la información y otras capacidades cognitivas. La forma más común de dispraxia es el trastorno de coordinación del desarrollo y los términos suelen usarse indistintamente. Debido a que puede afectar tantas áreas diferentes del cerebro y del cuerpo, la dispraxia adopta diferentes formas en diferentes personas.
La dispraxia a menudo se reconoce en la primera infancia cuando un niño experimenta un retraso en el logro de hitos motores normales (como sentarse, gatear, caminar). Los síntomas pueden durar hasta la adolescencia y la edad adulta. Aunque la dispraxia puede aparecer por sí sola, suele coexistir con otros trastornos, como el TDAH, la dislexia y el autismo. Si bien la dispraxia no es un trastorno del aprendizaje, puede afectar la capacidad de una persona para aprender y participar plenamente en actividades académicas, sociales y profesionales de rutina.
Los síntomas de la dispraxia generalmente comienzan a aparecer temprano en la vida. Desde el principio, los bebés con dispraxia pueden estar demasiado irritables y tener problemas para alimentarse. En la niñez, el niño puede continuar teniendo problemas con la alimentación normal y mostrar otros retrasos en el desarrollo, como tener dificultades para aprender a ir al baño, negarse a jugar con rompecabezas o juguetes que requieran construcción y parecer incapaz de lanzar y atrapar una pelota.
Los niños con dispraxia pueden dejar caer cosas con frecuencia y tener problemas con actividades que implican la coordinación ojo-mano. Por ejemplo, a menudo tienen problemas para manejar botones, cremalleras y broches. No es inusual que los niños con dispraxia eviten la actividad física por vergüenza o pena, lo que resulta en una falta de desarrollo muscular. El tono muscular débil puede provocar dificultades en los deportes y en las clases de gimnasia e incluso en estar de pie durante un período de tiempo prolongado. Los niños con dispraxia frecuentemente tienen retrasos en el habla y la escritura, pueden ser olvidadizos y a menudo pierden cosas, y tienen problemas para captar señales sociales no verbales.
Los problemas con la coordinación motora, la memoria, la percepción, las habilidades del habla y el lenguaje, el seguimiento de instrucciones y el control emocional generalmente persisten hasta la edad adulta, lo que causa dificultades con la planificación, la organización, la concentración y la precisión. El resultado suele ser un comportamiento errático o impulsivo, o una tendencia a evitar situaciones nuevas o impredecibles o que requieren trabajo en equipo. Estos problemas continuos pueden resultar en una variedad de problemas emocionales y de comportamiento, incluyendo depresión, ansiedad, trastornos de estrés, baja autoestima, miedos,fobias y adicciones.
Se cree que la dispraxia afecta entre el 6 y el 10 por ciento de los niños hasta cierto punto, y el 2 por ciento se ve gravemente afectado. Los hombres tienen más probabilidades de desarrollar la afección que las mujeres.
No, tener dispraxia no hace que alguien sea menos inteligente. Sin embargo, puede afectar la memoria de trabajo, lo que puede provocar un peor rendimiento en el aula, independientemente de la inteligencia. Comprender las debilidades individuales de un estudiante dispráxico puede ayudar a las escuelas a proporcionar adaptaciones específicas y específicas para aumentar las posibilidades de éxito académico del niño.
Se desconoce la causa exacta de la dispraxia. Los factores de riesgo de la afección incluyen nacimiento prematuro, bajo peso al nacer, antecedentes familiares de la afección y exposición al alcohol o drogas durante el embarazo, según el DSM-5. Las condiciones concurrentes, en particular el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), pueden tener un impacto significativo en la forma en que se presenta la afección.
Si bien no se ha demostrado una causa genética de la dispraxia, muchos padres de niños con dispraxia podrán identificar a otros miembros de la familia que también lucharon contra la afección.
A pesar de la confusión común, la dispraxia no es una forma de autismo. Ambas afecciones pueden compartir síntomas similares, incluido retraso en el lenguaje, incapacidad para expresar sentimientos verbalmente, dificultad para establecer contacto visual y dificultades en el procesamiento sensorial. Un niño dispráxico diagnosticado incorrectamente con autismo progresará poco en el control de sus síntomas. La evaluación y el diagnóstico cuidadosos por parte de expertos son fundamentales, ya que la dispraxia puede aparecer junto con el autismo o por sí sola.
La dispraxia no se puede curar, pero las personas que la padecen aún pueden llevar una vida plena y satisfactoria. El tratamiento puede ayudarlas a controlar sus síntomas y mejorar el tono muscular y la coordinación. Además, un diagnóstico de dispraxia puede permitir que un niño califique para terapia ocupacional, terapia del habla y otros servicios y adaptaciones especiales a través del sistema escolar.
En casa, se puede animar a los niños a participar en actividades físicas y juegos activos para fortalecer el tono muscular y mejorar la coordinación física. Los deportes individuales, como la natación y el ciclismo, suelen ser útiles para mantener al niño físicamente activo y reducir el riesgo de obesidad. Los niños pueden trabajar en habilidades de rompecabezas y actividades como lanzar un puf para mejorar la coordinación ojo-mano. Intervenciones simples, como el uso de agarradores de lápices o aprender a escribir a máquina, pueden ayudar con las habilidades de comunicación.
Para algunos niños, los síntomas muy leves de dispraxia pueden desaparecer con el tiempo. Sin embargo, en la mayoría de los casos, la dispraxia seguirá afectando a una persona durante la adolescencia y la edad adulta. Los problemas de coordinación tienden a ser menos problemáticos a medida que alguien envejece y tiene más autonomía y control sobre su vida, y los síntomas continuos de dispraxia se vuelven más manejables con un plan de tratamiento eficaz.
Los adolescentes y adultos con dispraxia pueden encontrar útil la terapia ocupacional para aprender habilidades prácticas cotidianas, como conducir o realizar proyectos de bricolaje. En la terapia cognitivo-conductual, pueden aprender cómo liberarse de los patrones de pensamiento dañinos que a menudo surgen como resultado de lidiar con una enfermedad crónica.