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Verificado por Psychology Today

Personalidad

Soportes de la personalidad: objetos materiales y el yo

Cómo facilitan las cosas físicas la interacción y el soporte de la identidad.

Los puntos clave

  • Algunos objetos facilitan la interacción social al aclarar nuestro estatus, convirtiéndose en elementos de actividad compartida
  • Los objetos pueden ayudarnos a recuperar nuestro yo anterior y consolidar ideas sobre eventos y relaciones pasadas
  • Los objetos apoyan compromisos futuros. Manifiestan lo que deseamos ser y proporcionan las circunstancias físicas para el cambio

Este año se cumplen 100 años del nacimiento del sociólogo canadiense-estadounidense Erving Goffman. Goffman, que murió en 1982, alcanzó la fama con la publicación de su libro de 1959 The Presentation of Self in Everyday Life, en el que argumentaba que la interacción social es una especie de drama o teatro con personas que desempeñan diferentes roles en diferentes situaciones. La intención de esa obra, insistía, es convencer a los demás de que de hecho somos los personajes que decimos ser. La vida social, al parecer, se trata de crear y gestionar "impresiones".

El interés especial de Goffman fue la revelación, o el intercambio, de información a aquellos que tienen un conocimiento limitado de nosotros. ¿Deberíamos decirles nuestras verdaderas intenciones en situaciones? ¿Cuánto deben saber sobre nuestras circunstancias o antecedentes actuales? ¿Deberíamos revelar lo que ya sabemos sobre ellos? Así considerado, la interacción se convierte en una especie de juego de información en el que surgen cosas seleccionadas y otras permanecen ocultas, y la mayoría aparecen como versiones de la verdad completa. Una vez más, todos queremos que otras personas nos consideren de ciertas maneras (por lo general, idealizadas). Esa preocupación se mezcla con otros objetivos prácticos. La interacción, como dice otro de sus títulos de libros, es "estratégica".

La mayoría de nosotros pensamos en la autopresentación como el manejo del comportamiento (tanto verbal como no verbal) y la apariencia. Cuidamos lo que decimos y cómo lo decimos. Eso significa monitorear la postura, los gestos, las expresiones faciales, el tono de voz y el contacto visual, así como observar las reglas sobre la distancia personal y el tacto. Todo esto para convencer a la persona ante nosotros de que somos un cierto tipo de persona que va a tratarlos de una cierta manera. Con ese fin, debemos permanecer consistentes en el carácter durante todo el encuentro. En el caso de las relaciones "personales" (situaciones trascendentes), debemos mantener ese carácter durante períodos mucho más largos, en algunos casos durante toda la vida.

Los objetos materiales son elementos importantes de esta escenografía. Los entornos físicos (comparar la oficina de un abogado con un gimnasio) facilitan ciertos tipos de actividades y no otras. La apariencia, la manera y el equipo del "personal" los distinguen de los "clientes". Los participantes se sienten moviéndose dentro y fuera del escenario, a veces hacia el centro y a veces hacia las regiones posterior y lateral.

Sin duda, la ropa es un indicador de cómo nos vemos a nosotros mismos, cómo deseamos que los demás nos vean y qué esperamos de la situación actual. Sombreros, zapatos y joyas tienen sus efectos. El maquillaje puede mejorar la apariencia. Como subraya Goffman, los resbalones y errores en esta autopresentación (tal vez una mancha en nuestra corbata o una sección de cabello sin teñir) pueden hacer que "quedemos mal". Estas preocupaciones pueden no importar entre aquellos que se conocen bien. Son primordiales en ocasiones en las que las personas se encuentran e inician relaciones significativas.

Debido a que Goffman se preocupaba más por la información (ideas, valores y normas) que por los objetos físicos, exploremos estos últimos asuntos un poco más abajo. Piense en esos objetos, que a veces nos guardamos para nosotros mismos y a veces compartimos, como "accesorios de la personalidad". Su propósito común, sostengo, es ayudarnos a navegar nuestro camino en el presente, el pasado y el futuro.

Tratos actuales

Al igual que los niños pequeños con osos de peluche o mantas cómodas, la mayoría de nosotros tenemos posesiones valiosas que nos ayudan a sentirnos seguros y nos dan confianza para pasar de una situación a otra. Considera los usos de los cigarrillos en su apogeo hace medio siglo. Los productos, bien empaquetados, eran visibles en la persona o alrededor de ella, metidos en los bolsillos de la camisa y expuestos en las mesas. En ese sentido, los propios fumadores se convirtieron en anunciantes. Los que elegían supuestas marcas, a su vez eran "de esa marca", muchos felizmente.

Los cigarrillos facilitaban la interacción, ya que era común fumar "con flojera". Más íntimo era compartir una luz (tal vez las manos ahuecadas para bloquear la brisa) o incluso arrastrar el mismo cigarrillo. Profundamente, fumar proporcionaba un patrón y un ritmo de interacción con sus tres etapas de espera/preparación, actividad llena de tensión y finalización. Con ese espíritu, los fumadores encendían cigarrillos en las salas de espera de los hospitales, entre los platillos en los restaurantes, durante los intermedios en los eventos, después del sexo, etc. Cualquiera que fuera su papel como adicción física y psicológica, fumar era igualmente una compulsión social, que alimentaba el tráfico de encuentros públicos.

Los cigarrillos también sancionan el retiro social, asociado más claramente con "tomarse un descanso" en el trabajo. "Salir a fumar" podría ser una excusa para terminar una conversación actual (tal vez en una fiesta). Entre los adultos jóvenes, la actividad podría dividir a los tipos más rebeldes de los más moralistas o conscientes de la salud. Más allá de eso, un cigarrillo encendido podría ser una línea de defensa, colocada entre el fumador y un compañero no deseado. Finalmente, la forma en que se fumaba (llevar el producto, sacarlo de su paquete, encenderlo, sujetarlo, inhalar, etc.) era un marcador de identidad de género.

Nadie debería idealizar esos días pasados, cuando el humo del cigarrillo llenaba la mayoría de los espacios interiores. Más bien, mi punto es que las personas anhelan algún artículo que produzca recompensas en sus manos, que manipulan para entrar y salir de situaciones sociales. Menos adictos al tabaco que sus antecedentes, mis estudiantes explican que los teléfonos celulares ahora funcionan de esta manera. "Revisar el teléfono" da la ilusión de conexión social (e importancia), especialmente en entornos cara a cara cuando la interacción falla. Las marcas y modelos de teléfonos tienen un cierto caché. También lo hace demostrar cómo obtener y usar las diversas aplicaciones. Mostrar el contenido de la pantalla a otra persona es una oportunidad para la cercanía física. Al contrario, dejar un entorno para responder a un mensaje, (alejándose físicamente o simplemente retirarse de la interacción), es una práctica aceptada. En esencia, el usuario del teléfono deja en claro que él o ella es alguien que tiene un conjunto de preocupaciones y relaciones más allá del entorno en cuestión. Hay momentos para renunciar a los teléfonos (bodas, prácticas deportivas, exámenes), pero generalmente permiten que uno esté semi-involucrado.

Dejando a un lado estos ejemplos, la mayoría de los adultos tienen algún objeto vinculado a la actividad que sirve tanto de foco como de amortiguador social. Los televisores y las computadoras son fundamentales. Considera tejer y otras formas de costura, crucigramas y rompecabezas de números, revistas y libros, instrumentos musicales y cámaras. Todos dejan claro que el usuario tiene algo "andando", que posee cierto interés o habilidad, y que otras personas deben interrumpir a ese usuario solo con una buena causa.

El pasado recuperado

Una serie de televisión británica, "The Repair Shop", ofrece ejemplos maravillosos de las formas en que los objetos preciados forjan lazos entre las generaciones. En cada episodio, alguien que ha perdido el contacto con un ser querido (a menudo por la muerte) trae un artículo en ruinas al taller para su reparación, un artículo que una vez fue importante para la vida de ese ser querido. Milagrosamente, los artesanos lo restauran a una apariencia de su antigua gloria. Al enfrentarse a la restauración, los propietarios se sienten reconectados con sus antepasados. La alegría y la tristeza se combinan.

¿Qué persona no posee objetos preciados que los vinculen a etapas anteriores de la vida y a las personas que compartieron esos momentos con ellos? A veces, estos son simplemente registros de lo que uno ha hecho (como las pinturas de un artista). Otros son reconocimientos públicos (como trofeos escolares e insignias de mérito). Lo más conmovedor son los productos de seres queridos que han pasado a otras etapas de la vida (como los dibujos de un niño pequeño o las cartas de amor antiguas) o a la muerte misma (como objetos preciados de antepasados).

Descubrir un viejo guante de béisbol o una muñeca desgastada por el amor no es solo una ocasión para recordar, ya sea privada o compartida con otros. Tales eventos son confrontaciones con el hecho de que nuestras vidas se extienden mucho más allá del presente; de hecho, el presente es solo el borde móvil de lo que hemos sido. A medida que envejecemos, más profundos se vuelven esos eventos y relaciones pasados.

Compromisos futuros

Las posesiones antiguas simbolizan la continuidad y la resistencia. Las nuevas gritan “posibilidad”. Con ese espíritu, actualizamos televisores, computadoras y teléfonos. Nos mudamos a algún lugar diferente o redecoramos nuestros alojamientos actuales. Cambiamos nuestra apariencia. En una sociedad orientada al futuro, todo esto parece adecuado.

Por fáciles o difíciles que puedan ser esos cambios, el problema no es tan simple. Intencionadamente, al adquirir y usar objetos, ese nuevo teléfono celular, automóvil o par de botas, nos convertimos en los usuarios de esos artículos. Habiendo usado máscaras sociales durante la mayor parte de nuestra vida, encontramos que la cara debajo es pálida y maleable. De hecho, la eliminación de tales máscaras durante cualquier período de tiempo parece insostenible. La persona se convierte en la persona; la esencia y la imagen invaden.

Dicho de manera más simple, las posesiones materiales nos reclaman tal como nosotros las reclamamos. Gran parte de la vida, o al menos eso parece, involucra hipotecas y pagos de automóviles, excursiones de compras y visitas a talleres de reparación. Los bienes viejos son abandonados; se adquieren nuevos. Mi intención no es marcar estas actividades como buenas o malas. Es para recordarnos que las cosas materiales son más que herramientas, hábitats y medios de transporte; son las circunstancias de lo que hemos sido, somos ahora y seremos. Reflexionar sobre esas circunstancias es el desafío de la vida moderna.

A version of this article originally appeared in English.

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Acerca de
Thomas Henricks Ph.D.

El Doctor Thomas Henricks, es Profesor de Sociología en Danieley y Profesor Universitario Distinguido en la Universidad de Elon.

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