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Verificado por Psychology Today

El síndrome del impostor

La historia del síndrome del impostor

El síndrome del impostor no es un diagnóstico oficial, pero es un problema real.

Los puntos clave

  • El síndrome del impostor no es una afección psiquiátrica, pero es un problema real.
  • Estas dudas sobre uno mismo a menudo se ocultan detrás de fachadas de confianza y logros. 
  • Los sentimientos de impostor están asociados con la depresión, la ansiedad y la ideación suicida.
  • Los sentimientos de impostor se asocian con un menor rendimiento laboral y un mayor riesgo de agotamiento.

Navegar por el laberinto de nuestras propias insuficiencias percibidas es un viaje universal. Estas dudas sobre uno mismo a menudo se ocultan detrás de fachadas de confianza y logros.

A este diálogo interno negativo generalizado se le ha dado el nombre de síndrome del impostor, un término que ha ganado un punto de apoyo significativo en los medios de comunicación y la psicología popular. Pero, ¿qué es exactamente el síndrome del impostor? ¿Tiene credibilidad científica, o es simplemente un concepto atractivo diseñado para capturar nuestra conciencia colectiva? Profundicemos en los orígenes, manifestaciones e impactos de este fenómeno para comprender mejor sus complejidades.

La génesis del síndrome del impostor se remonta a 1978, cuando las psicólogas Pauline Rose Clance y Suzanne Imes introdujeron el término. Es intrigante notar que no lo etiquetaron como un "síndrome", sino más bien como un "fenómeno".

La Dra. Clance, cariñosamente conocida como "Tiny", oriunda de la región de los Apalaches de Virginia, creció como la más joven de seis hermanos. A pesar de sus constantes triunfos académicos, lidió con la implacable duda de sí misma, convencida de que había reprobado después de cada examen.

Sorprendentemente, cuando comenzó a enseñar, esta duda resonó en muchas de sus alumnas. Colaborando con la Dra. Imes, quien compartió una historia paralela de dudas sobre sí misma, se embarcaron en un viaje de introspección al entablar conversaciones con mujeres exitosas.

Sus hallazgos, publicados por primera vez en un estudio de 1978, revelaron dos patrones dinámicos familiares distintos que a menudo daban a luz al síndrome del impostor (1). En el primer patrón, las mujeres crecieron eclipsadas por hermanos designados como miembros "inteligentes" de la familia, mientras que fueron apodadas como individuos "sensibles" o socialmente adeptas. Esta dicotomía entre refutar esta percepción y sucumbir a ella creó una lucha interna persistente de dudas personales.

El segundo patrón presentaba una educación en la que estas mujeres eran aclamadas como estrellas en todos los aspectos de la vida, fomentando una atmósfera de "perfección con facilidad". Sin embargo, esta ilusión se hizo añicos cuando encontraron limitaciones, generando sentimientos impostores.

Lo que dicen las investigaciones recientes sobre el síndrome del impostor

Pero, ¿es el síndrome del impostor más que una etiqueta cautivadora? Investigaciones recientes afirman rotundamente su realidad e impacto.

Una revisión exhaustiva de 62 estudios que abarcaron a más de 14,000 participantes revela que el síndrome del impostor no se limita a los titulares pegadizos de los medios, es una experiencia generalizada y tangible (2). Su prevalencia oscila entre el 9 por ciento y el asombroso 82 por ciento, según los criterios utilizados para definirlo.

Este fenómeno no discrimina entre géneros; si bien se asocia comúnmente con mujeres de alto rendimiento, los hombres también lidian con su agarre insidioso. Esta es una observación crucial, particularmente a la luz del hecho de que los padres, educadores, profesionales de la salud y empleadores a veces pueden pasar por alto las manifestaciones de dudas sobre sí mismos entre niños y hombres.

Al contemplar las implicaciones del síndrome del impostor, nos enfrentamos a la pregunta: ¿Esta constante duda de nosotros mismos nos impulsa hacia un mayor éxito? Es tentador asumir que las dudas internas conducen a una mayor motivación, empujándonos a sobresalir.

Sin embargo, los estudios científicos pintan un cuadro más complejo. El número de víctimas del síndrome del impostor es considerable. Se asocia con ansiedad, depresión y síntomas somáticos (2), desafiando la idea de que la duda perpetua conduce inevitablemente al logro. En un estudio de estudiantes de secundaria, los sentimientos de impostor se correlacionaron significativamente con un historial de ideación suicida previa, intentos de suicidio y depresión (3). Esto revela la realidad aleccionadora de que cuando nuestros logros solo se ven a través de la lente de la duda, puede tener implicaciones profundas e incluso fatales.

En el contexto del ámbito profesional, donde se valora la productividad y la seguridad en uno mismo, el síndrome del impostor sigue siendo perjudicial. La idea errónea de que la duda sobre uno mismo alimenta la productividad se contradice con una serie de pruebas. En lugar de estimular el logro, este síndrome a menudo se correlaciona con una menor satisfacción laboral, ansiedades de rendimiento e incluso agotamiento. Su impacto repercute en diversas profesiones, desde enfermeras y médicos hasta maestros y gerentes (4).

Por qué es tan importante reconocer el síndrome del impostor

En una sociedad donde la autoestima está intrincadamente entrelazada con el logro, abordar el síndrome del impostor adquiere una importancia primordial.

Los padres desempeñan un papel fundamental en la formación de las creencias de sus hijos sobre sí mismos. Los mensajes transmitidos, ya sea inadvertidamente o intencionalmente, pueden nutrir o socavar el sentido de sí mismo de un niño. Mensajes como "las personas inteligentes no tienen que estudiar", "naciste inteligente" y "siempre has sido el brillante" pueden internalizarse y generar sentimientos impostores.

Los empleadores también tienen la responsabilidad de cultivar una cultura en el lugar de trabajo que reconozca las realidades del síndrome del impostor. La integración de programas de concientización, tutoría y un espacio seguro para la vulnerabilidad (y especialmente para cometer errores) puede marcar una diferencia notable al permitir que los empleados prosperen sin la carga de las dudas incesantes.

Al reconocer el fenómeno, comprender sus raíces y fomentar una cultura de autocompasión, podemos embarcarnos en un viaje hacia un mundo donde los logros se celebran sin las sombras de la duda. Ninguna sociedad se beneficia cuando sus estrellas juegan pequeñas o se queman.

A version of this article originally appeared in English.

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Acerca de
Marwa Azab Ph.D.

Dra. Marwa Azab, profesora adjunta de psicología y desarrollo humano en la Universidad del Estado de California, Long Beach.

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