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Verificado por Psychology Today

Guy Itzchakov Ph.D.
Guy Itzchakov Ph.D.
Agotamiento

Cuando escuchar duele: la escucha activa puede resultar contraproducente

Si bien escuchar crea conexiones profundas, también puede provocar agotamiento emocional.

Los puntos clave

  • Asumimos el estrés y las frustraciones de los demás cuando escuchamos situaciones cargadas de emociones
  • Reconocer que solo escuchar es sanador nos permite ayudar a los demás sin perdernos a nosotros en el proceso
  • Establecer límites emocionales mientras escuchamos ayuda a prevenir el agotamiento y mantener bienestar mental

Las conversaciones son como calles de doble sentido: nos turnamos para hablar y escuchar. Si bien a menudo nos concentramos en lo que decimos, hay algo profundamente efectivo en el acto de escuchar. Puede profundizar la intimidad, generar confianza, fortalecer los vínculos sociales y ampliar nuestra comprensión del mundo que nos rodea. Incluso puede fomentar la apertura mental en quienes hablan. Por lo tanto, no es de extrañar que cuando pensamos en escuchar, nos vengan a la mente palabras positivas como empatía, confianza, respeto, comprensión, colaboración y crecimiento.

Pero aquí es donde se complica la cosa: ser un buen oyente no es fácil. Puede ser emocionalmente agotador, especialmente en conversaciones difíciles. Piensa en la última vez que alguien expresó sus frustraciones o compartió su dolor contigo. ¿Sentiste un agobio emocional después? Eso se debe a que las emociones son contagiosas.

Mis colegas y yo exploramos recientemente las desventajas de escuchar en un estudio con maestros de escuela. Preguntamos a los profesores cuánto esfuerzo creen que dedican a escuchar a sus alumnos y lo que descubrimos fue que cuanto más esfuerzo dedican a escuchar, más se sienten agotados. Incluso cuando consideramos otros factores como la motivación, la satisfacción laboral y la autoestima, solo escuchar se asoció con un mayor agotamiento.

¿Por qué sucede esto? Para los profesores, escuchar no se trata solo de oír palabras, sino que implica absorber los desafíos emocionales, las frustraciones y las luchas de sus alumnos. Esto puede ser increíblemente agotador, especialmente cuando los profesores se sienten responsables de resolver problemas para los que no tienen los recursos o el tiempo necesarios. Con el tiempo, esta carga emocional se acumula y conduce al estrés y, finalmente, al agotamiento. En otras palabras, los profesores no son solo educadores, a menudo actúan como cuidadores emocionales y el costo emocional puede ser significativo. Este fenómeno, conocido como fatiga por compasión, es común entre los profesionales que escuchan regularmente contenido negativo, como enfermeras y trabajadores sociales.

Y esto no es solo un problema de los profesores, nos afecta a todos. Ya seamos padres, parejas, amigos o compañeros de trabajo, todos nos encontramos en situaciones en las que tenemos que escuchar las preocupaciones y tensiones de los demás. Y, sin darnos cuenta, absorbemos ese peso emocional. Con el tiempo, esta carga emocional puede desgastarnos y llevarnos al agotamiento o al síndrome de burnout. En un mundo en el que estamos constantemente conectados y se espera que estemos ahí para los demás, debemos ser conscientes de los costos emocionales de escuchar.

Entonces, ¿qué podemos hacer para evitar agotarnos?

Escuchar durante conversaciones difíciles no es fácil y no hay una solución fácil. Como cualquier habilidad, requiere práctica. Pero hay formas de lograrlo para no sentirnos abrumados.

En primer lugar, concéntrate en escuchar sin planificar tu respuesta. Esto te mantiene presente y permite que el hablante se sienta realmente escuchado. En segundo lugar, comprende que a veces escuchar es suficiente; no sientas la obligación a solucionar el problema a menos que se te pida un consejo explícitamente. A menudo, escuchar, incluso sin tomar medidas, es sanador. Por último, no siempre sientas que tienes que reflexionar o parafrasear. Si bien parafrasear puede ser útil en muchas situaciones, cuando alguien comparte una experiencia profundamente negativa, como la pérdida de un ser querido, reflejarle esas emociones puede solo profundizar su dolor.

En última instancia, si bien escuchar es una de las herramientas más poderosas que tenemos para conectar, es importante reconocer que tiene costos emocionales. La clave es encontrar un equilibrio: saber cuándo involucrarte plenamente y cuándo dar un paso atrás para proteger tu propio bienestar. Si perfeccionamos nuestras habilidades para escuchar y somos conscientes del costo emocional que esto puede tener, podremos ayudar a los demás sin agotarnos. Escuchar es un don, pero, como cualquier don, requiere cuidado. Cuando practicamos una escucha de calidad, elevamos el ánimo de quienes nos rodean y, al mismo tiempo, salvaguardamos nuestra propia salud mental, lo que nos asegura que seremos resilientes a largo plazo. En un mundo cada vez más distraído, dominar el arte de escuchar de manera equilibrada puede ayudarnos a fomentar relaciones más profundas y saludables con quienes más nos importan.

A version of this article originally appeared in English.

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