Motivación
Por qué el éxito convencional no te hará feliz
El estoico Séneca habla sobre la fama y la fortuna.
15 de agosto de 2022 Revisado por Lybi Ma
Los puntos clave
- Séneca distinguió entre ambición y logro, y advirtió contra la ambición.
- La ambición no solo es mala para nosotros, es mala para todos.
- Paradójicamente, podrían ser nuestras ambiciones las que nos están frenando.
Ser ambicioso es buscar el logro no por el logro en sí mismo, que es ser aspiracionista, sino por el bien de distinguirnos de los demás. Si fuéramos la última persona en la tierra, tendría poco sentido ser ambicioso. En palabras del estoico romano Séneca, “La ambición, el lujo y el capricho necesitan un escenario; los curarás si evitas que sean vistos”.
Los peligros de la ambición son tres. En primer lugar, debemos tener cuidado con lo que deseamos. En una de sus cartas, Séneca le dice a Lucilio: “En el lenguaje ordinario, decimos a menudo que nos llenamos de alegría porque una persona haya sido elegida cónsul, o que otra se haya casado o su esposa haya dado a luz, hechos que, lejos de ser motivo de alegría, son frecuentemente el comienzo de futuras penas”. En general, cuanto menos tenemos, más libres y más ricos somos.
En segundo lugar, la ambición se centra en el futuro; vivir con ambición es vivir con miedo y ansiedad mientras se descarta el momento que se nos presenta. Debido a que la ambición nos ata a cosas externas [cosas que están más allá de nuestro control] y, en última instancia, a otras personas, nos deja sujetos (y vulnerables) a ellas. Como dice Séneca, “La libertad no viene gratis. Si lo valoras mucho, debes devaluar todo lo demás”.
En tercer lugar, la ambición suele ser destructiva. Grandes líderes como César, Pompeyo y Mario, que son impulsados por la ambición, ni siquiera tienen el control de sí mismos y, como resultado, terminan haciendo cosas terribles: Mario dirigió ejércitos, pero la ambición dirigió a Mario. Mientras estos hombres giraban sobre el mundo entero, ellos mismos estaban en un torbellino, al igual que los tornados, que hacen girar todo porque ellos mismos están girando. Nadie se vuelve afortunado a costa de la desgracia de otro.
El propósito del trabajo no es promover nuestros propios intereses, aunque solo sea una casa en medio del bosque lo que buscamos, sino ayudar a los demás y hacer avanzar a la humanidad, que es, en todo caso, la mejor manera de promovernos a nosotros mismos. La sabiduría más alta es quizás que no es necesario ser ambicioso para alcanzar grandes metas o sentirse vivo. De hecho, a menudo son nuestras ambiciones mezquinas las que nos están frenando.
Si es la fama lo que buscamos, tendremos que adoptar los valores equivocados de la mayoría: es por la habilidad en el mal que se cultiva la aclamación popular. Debes hacerte como ellos: no te aprobarán a menos que te reconozcan. Aunque seríamos tontos si buscáramos la fama, sin embargo podríamos caer en ella a través de nuestras buenas obras, en cuyo caso deberíamos utilizarla para el bien mayor.
Si lo que buscamos es la riqueza, haríamos bien en recordar que la riqueza no es la respuesta a nuestros problemas, ya que hay muchos ricos que, sin embargo, se sienten miserables, ya veces más miserables por ser ricos.
Suponemos que la riqueza aumenta nuestros placeres, pero los mayores placeres son en todo caso simples y fáciles de obtener si nuestra mente está abierta a ellos. En todo caso, la riqueza nos aleja de nuestros placeres habituándonos al lujo y cambiando nuestro enfoque hacia nosotros mismos: disfruta más de las riquezas quien tiene menos necesidad de riquezas. Mientras una persona piensa en su aumento, se olvida de su uso.
Aun admitiendo que la riqueza aumenta nuestros placeres, el placer no es el principio y el fin de todo, sino que, como la riqueza, distrae de nuestro propósito superior, que es el trabajo de la mente: Mecenas habría proporcionado un buen ejemplo de la retórica romana, si no hubiera sido debilitado, incluso castrado, por su gran riqueza.
Así como un caballo debe ser juzgado por su velocidad más que por su arnés, así un hombre debe ser juzgado por su mente más que por su propiedad, porque es la razón, y no la riqueza, la medida de un hombre. Mucha gente tiene riqueza de la misma manera que se dice que la gente tiene fiebre cuando en realidad es la fiebre la que se apodera de nosotros. Si nuestra mente está enferma, ¿qué importa que nuestro lecho de enfermo sea de madera o de oro?
Los estoicos, en virtud de su virtud, están predispuestos a la riqueza, y aun sin buscarla —sobre todo sin buscarla— pueden llegar a ser muy ricos. No hay nada de malo en ser rico y ocasionalmente disfrutar de la riqueza, siempre y cuando nuestro dinero huela bien y no estemos atados a él.
La fama y la fortuna nunca deben ser nuestros amos, sino solo nuestros esclavos.
A version of this article originally appeared in English.