La negación es un mecanismo de defensa en el que un individuo se niega a reconocer hechos o experiencias objetivas. Es un proceso inconsciente que sirve para proteger a la persona de malestar o ansiedad.
Por ejemplo, un ser querido puede insistir en que no tiene problemas con el alcohol, a pesar de que interfiere con su vida laboral y familiar. O un empleado leal puede negarse a ver señales de que su jefe está robando a la empresa.
El concepto surgió del trabajo de Sigmund Freud, cuya hija, Anna Freud, desarrolló la idea de los mecanismos de defensa, estrategias inconscientes mediante las cuales las personas se protegen de pensamientos o sentimientos ansiosos. Anna creía que la negación protegía inconscientemente al ego del malestar y la angustia al rechazar aspectos de la realidad misma. Ella creía que la negación se utilizaba principalmente en la niñez y la adolescencia, y podía ser perjudicial si se empleaba regularmente en la edad adulta.
Aunque muchas de las ideas de Freud han sido refutadas, los psicólogos actuales todavía creen que los mecanismos de defensa como la negación son un concepto válido.
La negación puede abarcar verdades demasiado difíciles de afrontar o aceptar para un individuo. Sin embargo, la terapia ofrece un espacio para procesar de forma segura y gradual esas creencias y experiencias. Puede ayudar a las personas a comprender las raíces de sus emociones y comportamiento, y eventualmente reemplazar la negación con habilidades de afrontamiento más saludables.
Es importante abordar la negación en la terapia porque revela desafíos subyacentes que a menudo causan angustia individual. Si alguien bebe en exceso, explorar por qué bebe (para medicar su ansiedad, por ejemplo) le permite al paciente discutir su experiencia y desarrollar habilidades para controlar la ansiedad. De manera similar, si una mujer niega que una relación sea abusiva, es posible que esté luchando con temores de abandono, soledad o relaciones pasadas que un terapeuta puede ayudarla a superar.
Pocas personas aceptan fácil y rápidamente la conclusión de que tienen un problema con el consumo de alcohol o sustancias. Muchos luchan poderosamente contra ello y elaboran una variedad de argumentos para demostrar que no tienen ningún problema. Algunas de las formas más comunes de negación: “Todos mis amigos beben más que yo”; “oy demasiado exitoso como para tener un problema con la bebida”. Y “solo uso la sustancia cuando…” Reconocer los casos de negación y mala dirección es un primer paso importante para reconocer el problema y buscar ayuda.
Sí, las personas pueden tener dificultades para comprender o reconocer que padecen un trastorno. Por ejemplo, el trastorno bipolar es una afección en la que el estado de ánimo de una persona pasa por períodos de depresión y manía. La manía es un estado de euforia caracterizado por una energía extremadamente alta, exceso de confianza y comportamiento impulsivo. La hipomanía es una versión más leve o moderada de ese estado. Una característica de la manía y la hipomanía es negar que algo esté mal o sea inusual.
La negación puede ser controvertida. Si un paciente rechaza la sugerencia o interpretación de su psicólogo, el psicólogo puede teóricamente desestimar el reclamo afirmando que el paciente lo niega. De hecho, el cargo de negación puede imputarse a cualquier cosa que un paciente diga o haga que vaya en contra de una teoría particular sobre él.
Por ejemplo, si el psicólogo considera que una paciente sometida a psicoanálisis niega su orientación sexual, puede interpretarse que no está de acuerdo con el psicólogo o que tiene una serie de relaciones heterosexuales para confirmar su supuesta homosexualidad: “Sólo estás diciendo esto porque estás en negación...” Como resultado, la paciente no puede buscar “probar” su heterosexualidad al psicólogo e incluso llegar a creer que el psicólogo tiene razón.
La negación puede moldear la dinámica en diferentes ámbitos de la vida, ya sea ignorar los conflictos en las relaciones o negarse a reconocer una enfermedad. En muchos de estos casos, la negación conduce a una satisfacción a corto plazo pero a un dolor a largo plazo. Al final, afrontar la realidad, incluso cuando sea difícil, es el mejor camino a seguir.
Como mecanismo de defensa, la negación implica una negativa a aceptar la verdad o la realidad. “No, sólo soy un fumador social”, es un buen ejemplo. Las personas pueden aplicar una justificación similar para otros hábitos dañinos, como el consumo excesivo de alcohol o sustancias y el juego o las compras compulsivas, para distanciarse inconscientemente de verdades incómodas de su comportamiento y proteger su autoestima.
Los mecanismos de defensa comunes pueden socavar las relaciones saludables. En el caso de la negación, las personas pueden aislarse de sus defectos y errores. Podrían fingir que todo está bien e ignorar sus propias emociones negativas o desacuerdos dentro de la relación. Esto puede impedir que el problema sea reconocido, discutido y resuelto. Aunque puede resultar más difícil a corto plazo, afrontar estas dificultades fortalecerá la relación a largo plazo.
El deseo, la avaricia o la necesidad de estatus pueden anular las consideraciones racionales y moldear nuestros hábitos de gasto. Por ejemplo, a alguien le puede encantar ir de compras, aunque no tenga seguridad financiera y esté acumulando deudas. Psicológicamente pueden negar su realidad financiera para seguir comprando artículos que no pueden permitirse. Esto evita que la persona admita limitaciones fácticas que le resulten restrictivas o molestas.
En su influyente libro On Death and Dying, la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross presentó un modelo de duelo que comúnmente se conoce como las cinco etapas del duelo. Este modelo describe cinco etapas discretas: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Kübler-Ross desarrolló este modelo basándose en pacientes que recibieron diagnósticos de cáncer terminal, pero desde entonces el modelo ha sido criticado y sobregeneralizado. La verdad es que el duelo es único para cada individuo. Para algunos, la negación puede desempeñar un papel en el proceso.