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Verificado por Psychology Today

Relaciones

Mi hermana pensaba que mi papá era genial, yo no estaba de acuerdo

Sabía que mi papá era brutal, pero me tomó años darme cuenta de que era abusivo.

Caroline Leavitt
That's not a smile, that's a grimace as I try to get away.
Fuente: Caroline Leavitt

Ahí está, la foto familiar. Tengo 10 años y hago una mueca porque estoy desesperada por soltarme de la mano de mi padre que me aprieta con fuerza. Mi hermana y mi mamá miran a otro lado.

Mi papá es un bully que usa una correa y grita. Nunca dice “te quiero”, nunca muestra afecto. Mi mamá lo soporta porque no sabe qué más hacer, mi hermana, inexplicablemente, lo ama, y su comportamiento iracundo nunca se menciona en mi casa.

Me dicen que la familia lo es todo.

Si intento alzar la voz de cualquier manera, me golpean. No se me permite cerrar la puerta de mi habitación, así que aprendo a perderme en los libros y la escritura.

Somos niñas pequeñas, pero mi padre nunca nos dice que somos adorables o listas. En su lugar, tiene pilas de la revista Playboy por toda la casa y mi hermana y yo miramos a las modelos sorprendidas e incómodas. Un día, mi padre me ve mirando y me quita la revista. Toma mi pequeña mano y la pone en su boca húmeda. Horrorizada, jalo mi mano para soltarla y corro al baño, tallando mis dedos, y cuando vuelvo, lo hace de nuevo y se ríe.

Empiezo a tener pesadillas. A veces le ruego a mi madre que se quede conmigo hasta que me duerma, un hábito de confort.

Pero a mi papá no le gusta eso.

Una noche, mi madre me dice con cautela, “tu padre quiere que duermas junto a él esta noche”.

La miro con pánico. “Por favor hazlo. Sus sentimientos están heridos”, me dice.

Tengo 5 años, carezco de cualquier tipo de poder. Esa noche, me acuesto en la cama de mi padre, mi cuerpo de cara a mi madre, cuyos ojos están cerrados. Todos estamos en pijama. Soy cuidadosa de que ninguna parte de su cuerpo me toque. Por la mañana, despierto cuando mi padre se está levantando, pero ahora, está desnudo y peludo, miro su pene y sus testículos, los primeros que he visto. Ve mi mirada enganchada en sus genitales y grita “¿Qué demonios te pasa?” Mi madre, levantándose no dice nada. Todo ese día vivo con terror de que me obligue a hacer esto de nuevo, pero nunca lo hace. Aún así, el miedo se agita dentro de mí.

Semanas más tarde, mi mamá recibe una llamada de la maestra del jardín de niños porque se nos ha pedido hacer muñecas de papel de nuestra familia y yo dibujé a la mía desnuda. El pene de mi padre es gigante. Sus testículos son globos. La maestra está preocupada pero mi madre lo descarta como imaginación.

Cumplo 10 años y mi hermana me cuenta los hechos de la vida, golpeando dos piedras en un apareamiento violento. “Solo a los hombres les gusta” dice. Luego me pregunta si quiero que juguemos con nuestras lenguas, si quiero que nos toquemos el trasero mutuamente, y de repente me pregunto. ¿Pasó algo entre mi hermana y mi papá?

Y luego cumplo 17 y mientras que mi hermana sigue siendo una chica buena, empiezo a rebelarme y mi mamá me grita junto con mi papá que arregle mi pelo y alargue mis faldas. Mi hermana tiene una cita y mi mamá le advierte que no permita que ningún hombre se pase de listo con ella. “Los hombres necesitan el sexo, las mujeres no”, dice mi madre y yo la escucho, confundida. ¿Será verdad?

Cuando finalmente un chico en la escuela me invita a salir, mi madre me dice que puedo ir pero nunca le decimos a mi papá. El chico me observa maravillado cuando se acaba la noche, tengo mi primer beso en la puerta de mi casa, enloquecida de amor. Pero luego mi padre nos interrumpe en boxers, su cremallera completamente abierta, gritando que nunca me dio permiso de salir. Me dice que nunca vuelva a ver a ese chico y que si lo hago, me mantendrá prisionera en la casa.

Adelante, inténtalo, pienso. Ese verano le miento a mis padres sobre tener un trabajo como consejera de un campamento. En su lugar, duermo con mi novio todos los días, porque ahora sé que no son solo los chicos los que necesitan sexo.

Sigo saliendo con chicos. Voy a la universidad a una ciudad del otro lado del país. Mi padre no tiene idea de todos los chicos con los que me acuesto, pero yo llevo la cuenta, como si la cantidad demostrara mi valía: 70. Luego 100.

¿Por qué nunca me enfrento a mi familia? Porque me dicen que mis recuerdos están mal, que debo haber exagerado. Me dicen esto con frecuencia, empiezo a creerlo. Y luego reemplazo esos recuerdos con algo más: mi padre me ama. A su manera.

Cuando cumplo 25, mi padre muere. Tiene 57 años, es obeso con la presión arterial por los cielos. Vuelvo a casa y mi madre y mi hermana están berreando, pero yo no siento nada, lo que hace que mi hermana se encienda en mi contra. “Nuestro padre era maravilloso. Muestra algo de respecto”.

Mi padre no le dejó nada a mi madre, pero tiene la casa, un trabajo de maestra y amigos, así que florece. Pero a mi hermana y a mí nos deja un legado. ¿Cómo podemos reconocer a una buena pareja cuando nuestro papá fue nuestro único modelo?

Mi hermana se casó con alguien igual. Su esposo es un sexista silencioso y enojado que gusta de hacer como si estuviera pesando senos en el aire. Lloro en su boda, rogándole que huya. “No seas tonta”, me dice. Luego, cuando le pregunto a mi hermana por qué soporta que le grite, me dice “porque tengo que hacerlo”.

Tengo miedo de casarme con un hombre como él, así que busco lo contrario, a los bon vivant y me toma tiempo darme cuenta de que solo les interesa su propia alegría, no la mía.

Y luego, a los 40 años, conozco a Jeff, un periodista inteligente y gracioso que es amable y no puedo creer que podría amarme realmente así que lo pongo a prueba, le grito a veces y en lugar de irse, se acerca más. En realidad quiere que yo sea feliz. Y eso me hace repensar mi niñez.

Intento hablar con mi madre sobre mi crianza. “No tengo nada por qué sentirme culpable” insiste y luego su rostro se llena de tristeza y porque la amo, no puedo lastimarla, así que dejo de hablar. Intento hablar con mi hermana pero parece odiarme ahora. Le pregunto a mis amigos qué recuerdan sobre mi papá, pero solo dicen que era extrañamente silencioso. Cuando les digo lo que yo recuerdo, me dicen, “Dios mío, si lo hubiera sabido, habría hecho algo para ayudarte”.

Un día, sentada con mi amiga Leora le cuento sobre mi pasado. “No lo estoy inventando” insisto, y ella toma mi mano. Me dice, en voz baja “Caroline, abusaron de ti”. Esa fue la primera vez que alguien usó esa palabra: abuso.

CLICK.

Y ahí está, el entendimiento. ¿Cómo pude no saber desde el principio quién era realmente mi padre?

Así que voy a hablar con terapeutas que podrían ayudarme a decodificarlo todo. Cuando le cuento a mi primer terapeuta que no siento nada por mi padre y que mis recuerdos se agitan, insiste, “Tienes que sentir algo”. Luego me pide considerar los sentimientos de mi padre. Por lo que podría haber estado pasando. Me levanto y dejo la habitación, llena de rabia.

Luego encuentro a un nuevo terapeuta que me dice que gran parte de lo que siento son respuestas residuales y que si escribo mucho al respecto, seré capaz de enterrar el pasado con seguridad y llegar a la verdad.

Y yo también lo creo. Los antiguos sentimientos vuelven a mí en una tormenta de ira. Escribo sobre mi amor por una madre que jugaba conmigo, que era graciosa y que no podía proteger a su hija de su esposo. Escribo sobre mi dolor por mi hermana que me odia. Y escribo sobre mi ira por esa pequeña niña que pasó por cosas terribles que sabía que eran terribles pero que en ningún momento pensó: esto está mal.

Y luego lo escucho de nuevo. CLICK.

Quiero volver en el tiempo para defenderme de mi padre y preguntarle cómo se atreve a no atesorar a esta pequeña niña. Ustedes se lo pierden, quiero decirles a todos. Mírenme. Tengo un esposo que me ama, un hijo maravilloso. Una carrera. No hay abusos.

Luego quiero regresar con esa niña asustada que era yo y decirle, “serás capaz de dejar esto atrás. Seguirás hablando y hablando y escribiendo sobre esto, contando la historia de tu familia, la verdad, hasta que ese dolor pierda su poder.

Lo recordarás. Ya lo verás”.

A version of this article originally appeared in English.

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Acerca de
Caroline Leavitt

Caroline Leavitt es la autora de bestsellers en el New York Times de 12 novelas, incluyendo Pictures of You, Is This Tomorrow, Cruel Beautiful World y With or Without You.

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