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Verificado por Psychology Today

Sesgo

La psicología del racismo

El racismo es una señal de falta de integración y madurez psicológica.

Gregor Maclennon/Flickr
Fuente: Gregor Maclennon/Flickr

El racismo ha sido, y, desafortunadamente, sigue siendo, una característica tan prominente de tantas sociedades humanas, que podría ser tentador pensar que es de alguna manera “natural” o “innato”.

En efecto, es la conclusión a la que han llegado algunos psicólogos evolutivos. La psicología evolutiva intenta considerar los rasgos actuales de la humanidad en términos del beneficio de supervivencia que podrían haber tenido para nuestros ancestros. Si un rasgo ha sobrevivido y se ha vuelto prevalente, entonces los genes asociados con él deben haber sido “seleccionados” por la evolución.

De acuerdo con esta lógica, el racismo es prevalente porque ayudó a los seres humanos tempranos a privar a otros grupos de recursos. No le habría servido de nada a nuestros ancestros ser altruistas y permitir a otros grupos compartir sus recursos; eso solamente habría reducido sus propias probabilidades de supervivencia. Pero si eran capaces de subyugar y oprimir a otros grupos, entonces incrementaban su propio acceso a los recursos. Bajo estos términos, Pascal Boyer dice que el racismo es “una consecuencia de estrategias económicas altamente eficientes”, que nos permiten “mantener a los miembros de otros grupos en una posición de menor estatus, con menores beneficios”. Otra idea relacionada es que percibirse a uno mismo como especial o superior nos habría ayudado a sobrevivir al mejorar la cohesión del grupo.

Sin embargo, como muchas otras historias así presentadas en nombre de la psicología evolutiva, estas ideas son sumamente dudosas. Primero que nada, los antropólogos que han estudiado las tribus de cazadores-recolectores contemporáneas (que siguen el mismo estilo de vida que los seres humanos prehistóricos y por lo tanto pueden percibirse como representantes del pasado antiguo de nuestra especie) reportan que, en general, no se comportan con este tipo de hostilidad hacia otros grupos. No tienden a percibir a otras tribus en las cercanías como competidoras por las mismas fuentes de alimentos ni intentan subyugarlas o restringir su acceso a recursos. Los grupos de cazadores recolectores contemporáneos son bastante fluidos, con membresías cambiantes. Los diferentes grupos interactúan constantemente entre sí, se visitan regularmente, hacen alianzas matrimoniales y a veces intercambian miembros. Este no es el tipo de comportamiento que asociamos con el racismo.

De manera significativa, los grupos de cazadores recolectores no tienden a ser territoriales. No tienen una actitud posesiva en cuanto a piezas particulares de tierra o recursos alimenticios. Como los antropólogos Burch y Ellanna lo presentan, “los límites tanto espaciales como sociales entre cazadores recolectores son extremadamente flexibles en cuanto a la membresía y extensión geográfica”.

También hay evidencias arqueológicas de esta carencia de preocupación por el territorio. Por ejemplo, el antropólogo Jonathan Haas escribió acerca de la Norteamérica prehistórica que: “el registro arqueológico no deja evidencias de comportamientos territoriales por parte de ninguno de estos grupos primarios de cazadores y recolectores.

El racismo como mecanismo de defensa

Un punto de vista alternativo es que el racismo (y la xenofobia de todo tipo) no tiene una base genética o evolutiva, sino que es principalmente un rasgo psicológico, más específicamente, un mecanismo de defensa generado por sentimientos de inseguridad y ansiedad. Hay algunas evidencias para este punto de vista provenientes de la teoría psicológica del “manejo del terror”. Las investigaciones han mostrado que cuando las personas reciben recordatorios de su propia mortalidad, sienten ansiedad e inseguridad a lo que responden con agresión, prejuicios, avaricia y materialismo en busca de estatus. Tienen más probabilidades de cumplir con actitudes culturalmente aceptadas y de identificarse con sus grupos nacionales o étnicos.

De acuerdo con la Teoría de Manejo del Terror, la motivación de estos comportamientos es mejorar la propia sensación de importancia o valor de cara a la muerte, u obtener una sensación de seguridad o pertenencia como manera de protegernos de la amenaza de mortalidad. Desde mi punto de vista, el racismo es una respuesta similar a la sensación más general de insignificancia, intranquilidad o ineptitud.

Es posible identificar cinco aspectos distintos del racismo como mecanismos de defensa psicológica. Estos aspectos también pueden considerarse como diferentes etapas moviéndose hacia versiones más extremas de racismo. Primero, si una persona se siente insegura o carente de identidad, podría sentir el deseo de afiliarse a un grupo con el fin de fortalecer su sentido de identidad y encontrar una sensación de pertenencia. Ser parte de algo más grande que ellos mismos y compartir una causa común con los otros miembros de su grupo los hace sentirse más completos e importantes.

No hay nada malo con esto en sí. ¿Por qué no deberíamos enorgullecernos de nuestra identidad religiosa o nacional (o incluso de nuestra identidad como fanáticos de equipos deportivos) y obtener una sensación de hermandad con otros que comparten nuestra identidad? Sin embargo, esta identidad grupal podría llevar a una segunda etapa: enemistad hacia otros grupos. Con el fin de fortalecer aún más el sentido de identidad, los miembros de un grupo podrían desarrollar sentimientos hostiles hacia otros grupos. El grupo podría obtener mayor definición y cohesión gracias a su alienación y conflictos con otros grupos.

El tercer aspecto es cuando los miembros de un grupo dan un paso hacia retirar su empatía hacia miembros de otros grupos, limitando su preocupación y compasión a sus compañeros. Podrían actuar de manera benevolente hacia los miembros de su propio grupo, pero ser crueles y descorazonados con cualquiera que se encuentre fuera de él. (Esto ayuda a explicar por qué algunos de los individuos más brutales de la historia, como Adolf Hitler, a veces actuaban con amabilidad hacia las personas que tenían a su alrededor).

Esto está cercanamente relacionado con un cuarto aspecto, que es la homogenización de los individuos que pertenecen a otros grupos. Esto significa que las personas ya no son percibidas en términos de sus personalidades individuales o comportamiento, sino en términos de prejuicios generalizados y asunciones sobre el grupo en general.

Y, finalmente, pasamos al extremo más peligroso y destructivo del racismo: las personas pueden proyectar sus propios defectos psicológicos y sus propios fracasos personales al otro grupo, como una estrategia para evadir la responsabilidad y la culpa. Los otros grupos se vuelven chivos expiatorios y en consecuencia, deben ser castigados, incluso atacados o asesinados, en venganza por sus presuntos crímenes. Los individuos con fuertes rasgos de personalidad paranoide y narcisista son especialmente propensos a esta estrategia, ya que no son capaces de admitir ningún defecto personal y son especialmente propensos a demonizar a otros.

Una correlación entre el racismo y la mala salud psicológica

En otras palabras, el racismo es un síntoma de mala salud psicológica. Es una señal de una carencia de integración psicológica, una carencia de autoestima y seguridad interna. Las personas psicológicamente saludables con un sentido estable del ser y una fuerte seguridad interna no son racistas, porque no tienen necesidad de fortalecer su sentido del ser a través de la identidad grupal. No necesitan definirse en distinción a, o en conflicto con otros.

Por supuesto, la xenofobia no es la única respuesta posible a la inseguridad o a la sensación de carencia; consumir drogas, beber en exceso, volverse obsesivamente materialista o ambicioso, también pueden ser respuestas a este mal. Las personas psicológicamente saludables no necesitan recurrir al racismo de la misma manera en la que no necesitan recurrir a consumir drogas.

También es útil recordar que no hay bases biológicas para dividir a la raza humana en distintas “razas”. Solo hay grupos de seres humanos, todos provenientes originalmente de África, que desarrollaron características físicas ligeramente diferentes con el tiempo, conforme viajaban y se adaptaban a diferentes climas y ambientes. Las diferencias entre nosotros son muy vagas y superficiales. Fundamentalmente, no hay razas, solo una raza humana.

Steve Taylor, Ph.D., es profesor en la Universidad de Leeds Becket en Reino Unido. Es autor de El Salto: la psicología del despertar psicológico.

A version of this article originally appeared in English.

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Acerca de
Steve Taylor Ph.D.

El Dr. Steve Taylor, es profesor titular en psicología en la Universidad de Leeds Beckett. Es autor de muchos bestsellers que incluyen The Leap y Spiritual Science.

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