Empatía
Los muchos significados de la empatía
Cómo entender la complejidad de la empatía.
12 de noviembre de 2020 Revisado por Lybi Ma
¿Qué es la empatía y de dónde viene? La historia de la empatía nos dice que siempre ha sido definida de diferentes maneras. En 2009, el psicólogo social Daniel Batson listó al menos ocho diferente fenómenos identificados como empatía incluyendo contagio emocional o compartir las emociones, conocer el estado interno de alguien más, un entendimiento imaginativo de los pensamientos y sentimientos de alguien más, una respuesta cariñosa y positiva; sentir angustia ante el sufrimiento de alguien más, imitación kinestésica o corporal, y dos formas de autoproyección.
Entonces, ¿cómo podemos saber que estamos hablando de lo mismo? La respuesta corta es que no lo sabemos.
Cuando la palabra “empatía” se acuñó por primera vez hace alrededor de 100 años, su significado original era “sentir el interior” de objetos de arte y cosas pertenecientes al mundo natural. Le damos vida a los objetos proyectando nuestros propios sentimientos y movimientos hacia ellos. Esta empatía proyectiva temprana es muy diferente a la empatía terapéutica y social científica, que surgió a mediados de siglo en Estados Unidos. Después de la Segunda Guerra Mundial, la empatía se percibía de manera predominante como un medio para sumergirse en la experiencia de alguien más “como si” fuera propia. Los terapeutas advirtieron explícitamente en contra de contaminar esta inmersión con juicios, perspectivas y pensamientos propios.
Durante los años cincuenta aparecieron las primeras pruebas de empatía. Las escalas de empatía diseñadas en contextos terapéuticos midieron la respuesta emocional, mientras que las pruebas de ciencias sociales evaluaron la empatía como la capacidad cognitiva de predecir las preferencias de alguien más. Una vez que se llevó a cabo la división entre la empatía emocional y cognitiva, se quedó así. Los psicólogos y neurocientíficos de hoy suelen reducir el alcance de la empatía a ya sea sus componentes emocionales o sus componentes cognitivos con el fin de llevar a cabo estudios experimentales. Para el psicólogo Paul Bloom, la empatía está limitada a una reacción ante un individuo, y, desde su punto de vista, es inherentemente irracional.
Sin embargo, a la luz de la historia de la empatía y sus usos contemporáneos, la empatía se puede entender mejor como una capacidad multifacética que involucra no solamente lo que sentimos, sino también lo que pensamos e imaginamos. Por ejemplo, si empatizo con un amigo que perdió a un familiar, compartiría sus sentimientos de duelo, pero también pensaría sobre lo que significaba el fallecido para mi amigo y si eran distantes o no. La naturaleza de mi empatía dependería de mi conocimiento sobre su situación familiar. Adicionalmente, si estoy empatizando en la era del COVID-19, también imaginaría cómo perder a alguien durante una pandemia sería especialmente desafiante. La naturaleza multifacética de la empatía es resaltada por los neurocientíficos Jamil Zaki y Daniel Oschsner, quienes discuten que quienes empatizan “despliegan de manera flexible múltiples procesos interactivos cuando son relevantes para nuestras metas e indicadores sociales actuales”.
La empatía efectivamente puede ser un esfuerzo complejo. A veces confiamos en nuestras experiencias para empatizar con los demás, pero en otras ocasiones debemos acotar nuestras propias nociones para escuchar verdaderamente sobre un pensamiento, experiencia o sentimiento poco familiar. Al empatizar, traemos a colación nuestro conocimiento de la situación, y, en algunos casos, las historias de opresión, relacionadas con género, raza, sexualidad o religión, imaginar y pensar sobre cómo alguien distinto a nosotros experimenta el mundo. Los sociólogos de finales de los años treinta definieron la empatía como algo que va más allá de sentir los sentimientos de alguien más para llegar a entender sus circunstancias de vida. “El investigador intenta asumir el rol o posición del sujeto como responde a sus situaciones de vida”.
Durante la mayor parte de su historia, la empatía ha abrazado diferencias así como similitudes. Uno de los psicólogos que tradujo el término “empatía” del alemán en 1915 describió el fenómeno así: “conforme leemos sobre un bosque, podemos, de cierta manera, convertirnos en el explorador; nos sentimos en la oscuridad, el silencio, la humedad, la opresión, el sentido de peligro acechante; todo es extraño, pero es a nosotros a quienes les ha llegado la experiencia extraña”.
Para empatizar con lo que no es familiar, necesitamos estirar nuestra imaginación, ampliar nuestro rango de sentimientos y extender nuestra capacidad de contemplación. Pero algunas extrañezas podrían permanecer. La empatía no resuelve la tensión entre tú y yo para convertirnos en una unidad sin cortes, en realidad la empatía toma forma en el territorio cambiante e incómodo de tanto similitudes como diferencias.
La empatía no resolverá todos los problemas del mundo, pero es fundamental para nuestras vidas. En sus mejores y más aspiracionales formas, la empatía puede ayudar a sanar el conflicto, crear una mejor comunicación y proporcionar un ímpetu psicológico para intervenciones efectivas. El poder de la empatía yace precisamente en su habilidad de entrelazar nuestras emociones con nuestros pensamientos e imaginaciones para motivarnos a actuar para cuidar los unos de los otros y de nuestros mundos.
A version of this article originally appeared in English.