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Verificado por Psychology Today

Wednesday Martin Ph.D.
Wednesday Martin Ph.D.
Perdón

La verdadera razón por la que los niños y los adultos odian a su madrastra

Por qué no deberíamos culpar a la madrastra cuando sus hijos la rechazan.

Culpa a alguien más.

Así se resume la manera en la que las mujeres con hijastros que entrevisté para mi libro, Monstruo adoptivo se sienten sobre el papel de madrastra. Me dijeron:

  • “Los niños son hostiles y me rechazan sin importar lo que haga. Sé que no es culpa suya. Pero parece que se esperara que no tuviera sentimientos al respecto, y ni pensar en hablar al respecto”.
  • “No puedo hacer nada bien. Si les compro un regalo creen que estoy comprando su amor, y si no lo hago, soy fría y no les doy afecto”.
  • Mi esposo no tiene muchas reglas ¡así que parezco sumamente estricta y malvada si les pido que no coman con las manos!”
  • “Su madre les dice cosas groseras sobre mí y llama cada media hora cuando están aquí. Así que es difícil construir una relación con ellos”.

Estas mujeres no son unas lloronas. La mayoría habían estado intentando ser buenas madrastras por años, y empezaron su viaje comprometidas a formar una gran relación con los niños, sin importar lo que tuvieran que hacer.

Pero tienen razón en que hay fuerzas externas, la mayoría más allá del control de una madrastra, que podrían socavar sus buenas intenciones y esfuerzos con los niños. Estos factores incluyen los lazos de lealtad, los celos y resentimientos de un niño, el factor de la ex, una crianza permisiva, las expectativas culturales sobre las mujeres y los niños y un fenómeno conocido como conflicto por proximidad.

A pesar de esos obstáculos, hay una noción sumamente popular de que “si eres amable, se irán acercando a ti”. “Recuerda lo que ese único experto recomendó en un artículo: recibirás lo que les des, solo no dejes de amarlos”.

Con esta fórmula, la única madrastra buena o exitosa es la que es aceptada por sus hijastros. Esta es la razón por la que ese estándar está tan equivocado y la razón por la que los niños de todas las edades sienten un verdadero desagrado hacia sus madrastras.

Lazos de lealtad. Muchos hijastros tanto niños como adultos sospechan que llevarse bien con su madrastra sería una traición para su mamá. Y no hay nada que la madrastra pueda hacer al respecto. Solo la mamá puede liberarlos de ese tortuoso lazo de lealtad y sentar el camino hacia una relación saludable entre madrastra e hijastros, diciendo algo como “me gustaría que le dieras una oportunidad a Caro. No me voy a enojar”. Con demasiada frecuencia, los niños no reciben ese permiso.

Cuando hay un lazo de lealtad, nada es peor que una madrastra rompiéndose la espalda para ganarse a los niños. Los doctores Larry Ganong y Marilyn Coleman encontraron que los hijastros, tanto niños como adultos, rechazan particularmente a las madrastras cálidas y amables porque les provocan sentimientos tremendamente conflictivos.

Posesividad y celos. Los niños se vuelven sumamente cercanos a sus padres después del divorcio y se acostumbran a tener a mamá y papá solo para ellos. Los hijos adultos desarrollan una relación intensa, de pares con un padre o madres solteros, lo que dificulta la adaptación hacia un padrastro. De hecho, la psicóloga Mavis Hetherington encontró que con las niñas adolescentes o preadolescentes, la posesividad y celos presentarán un problema aún más grande; en su estudio longitudinal sobre familias divorciadas y vueltas a casar, realizado en Virginia, especialmente las niñas adolescentes y preadolescentes, describieron a su madrastra o padrastro como un intruso en su mundo y un obstáculo para la intimidad con su papá o mamá. Una madrastra puede encontrarse con una resistencia particularmente fiera por parte de una niña adolescente, tanto porque es cercana a su padre como porque las adolescentes tienden a imitar los sentimientos y actitudes de sus madres.

El factor de la ex. Mientras que hay excepciones, una exesposa generalmente representa más desafíos para la relación entre madrastra e hijastros que un exesposo, según las expertas en familias adoptivas Constance Ahrons, Anne C. Bernstein y Mavis Heterington. ¿Por qué? La mamá probablemente es la principal cuidadora y tiene ideas muy fuertes sobre lo que sucede en el hogar de su ex. Según las investigaciones, mientras más fuertes son las opiniones de la ex, más involucrados entre sí están ambos hogares y más oportunidades hay para la generación de conflictos. Y las situaciones de alto conflicto entre los dos hogares relacionados llevan a un mayor resentimiento hacia la madrastra o padrastro, que se siente más reemplazable y menos amada por parte de los niños que los padres. Además. Hetherington encontró que las exesposas sienten más enojo y por más tiempo que los exesposos. Los hijastros notan estos sentimientos y suelen actuar al respecto por su mamá. Traducción: una madrastra pierde este empate debido al género.

Crianza permisiva. Las investigaciones muestran consistentemente que los niños se desarrollan mejor con una crianza autoritativa, altos niveles de calidez y altos niveles de control. Pero, la crianza permisiva postdivorcio (alta calidez, bajo control) suele prevalecer. ¿Por qué? Es probable que la mamá tenga la custodia principal y, si está soltera, eso puede significar mucho trabajo y estrés. Es posible que deje pasar las cosas pequeñas y no tan pequeñas. Mientras tanto, papá teme que si hace enojar a su ex o a los niños, no los verá con tanta frecuencia y se siente culpable porque los niños pasaron por un divorcio. Y así nace el papá que siempre dice que sí. Contra este fondo de crianza permisiva, las expectativas normales de una madrastra en cuanto a modales, horarios y respeto pueden parecer dracónicas, rígidas e “injustas”. Y los niños con padres permisivos comprensiblemente carecen de un sentido de que está mal ser groseros con una madrastra o padrastro que perciben como reemplazables y exagerados. Esto molesta a la madrastra quien entonces parece más enojona y menos divertida a los ojos de sus hijastros.

A version of this article originally appeared in English.

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