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Verificado por Psychology Today

Autosabotaje

¿Por qué nos autosaboteamos?

Tal vez te autosaboteas sin darte cuenta.

Ya sea que nos refiramos a ello como comportamiento autodestructivo o meterte el propio pie, el autosabotaje puede interferir con nuestros mejores planes y metas. ¿Por qué lo hacemos? Resulta que hay muchas razones por las que, en lugar de lanzarnos hacia las estrellas, terminamos disparándonos en nuestro propio pie.

El autosabotaje es cualquier acción que se entrometa en el camino con nuestras intenciones. ¿Estás a dieta? Bueno, las calorías del pastel de cumpleaños en la oficina no cuentan. ¿Necesitas cumplir con una fecha de entrega? Te enfocarás mejor si terminas el siguiente episodio de tu serie en Netflix, ¿verdad? ¿Estás pensando en terminar tu relación con tu pareja? Lo harás en cuanto acabes de reacomodar los muebles de la sala.

Hay innumerables maneras en las que nos autosaboteamos, pero la procrastinación, el automedicarse con drogas o alcohol, comer demasiado a causa del estrés y los conflictos interpersonales están entre las más usadas y reconocibles. Estas acciones pueden ser especialmente peligrosas porque son muy sutiles, puede que no notes que te comiste una galleta de más o que te serviste una bebida extra, y, en ese momento, incluso puede parecer que te tranquiliza y relaja. Pero conforme aumentan estas acciones, el autosabotaje crece y puede crear un pozo profundo de derrota del que es difícil salir.

Entonces, ¿por qué nos hacemos esto? Estos son seis motivos importantes.

1. Autoestima

Sientes que no mereces el éxito o la felicidad. En un giro irónico, algunas de las personas más implacables se esfuerzan por trabajar duro y llegar muy alto porque sienten la necesidad de compensar un sentido de ineptitud autoimpuesto. Pero cuando los frutos de su labor llevan a cosas buenas, ya sea un beneficio material o un incremento en su estatus o poder, empeoran la situación para sí mismos. ¿Por qué?

El concepto de disonancia cognitiva ilustra un poco la respuesta a esa pregunta. Las personas gustamos de ser consistentes, nuestras acciones tienden a estar en sincronía con nuestras creencias y valores. Cuando no lo están, hacemos un esfuerzo para alinearlas de nuevo. Si empezamos a coleccionar victorias y logros, pero seguimos percibiéndonos como defectuosos, incapaces, deficientes o carentes de valor, jalaremos el gatillo para deshacernos de la disonancia. Si se siente mal fracasar, se siente todavía peor tener éxito.

2. Control

Se siente mejor controlar tus propios fracasos en lugar de enfrentar la posibilidad de que te agarren desprevenido y te tomen por sorpresa. Puede que el autosabotaje no sea bonito, pero es mejor que girar fuera de control. Al menos cuando tú estás al timón del barco, hundirse en llamas se siente como una cocción bien calculada.

3. Fraudulencia percibida

Conforme se van elevando las expectativas, te promueven a un nuevo puesto u obtienes niveles más altos de educación, sientes que solo te caerás de un lugar más alto cuando (inevitablemente) tengas un descenso apresurado. Si llamas la atención hacia tus triunfos, es más probable que te acusen de ser falso. Esto es bien conocido como el síndrome del impostor.

¿Cómo se manifiesta esto? Puede que hagas lo mínimo esperando que nadie lo note. O puede que trabajes duro y lo hagas en grande, pero te preocupes constantemente de que en cualquier momento te descubrirán. De cualquier manera, sentirte como un fraude fácilmente te lleva hacia la procrastinación y la distracción, si te enfrentas con una tarea que te hace sentir como un farsante, es mucho más tentador volver a actualizar Instagram, buscar los mejores sartenes o darte cuenta de que no hay momento como el presente y empieces a trabajar en un librero hecho a mano.

4. Un chivo expiatorio conveniente

Si las cosas no se resuelven (o cuando no se resuelven, porque nunca se resuelven, ¿verdad?), podemos culpar a la acción en lugar de a nosotros mismos. Por supuesto que me dejó, nunca estaba en casa. Por supuesto que reprobé, casi nunca estudiaba para los exámenes. Mientras que estas razones pueden ser ciertas, son más frívolas y más fáciles de aceptar y tragar que las razones más profundas que secretamente consideramos como la causa. Por supuesto que me dejó, no soy digno de amar. Por supuesto que reprobé, soy incapaz de entender la materia.

5. Familiaridad

De nuevo, a las personas nos gusta ser consistentes. Incluso tendemos a elegir consistencia por encima de nuestro propio consentimiento. Si estás acostumbrado a sentirte descuidado, maltratado o explotado, es extrañamente tranquilizante ponerte en esa situación. Probablemente estuviste ahí toda tu vida, y mientras que puede que no seas feliz, lo que conoces es preferible ante lo desconocido.

6. Puro aburrimiento

De vez en cuando, nos autosaboteamos sencillamente para experimentar ciertas sensaciones. Iniciar una pelea e incitar un drama puede ocasionar una sensación hilarante, pero, por supuesto, estos no son actos aleatorios. Sabotearnos a nosotros mismos crea la sensación familiar de inestabilidad y caos; además, si estamos estancados en el fondo, es más probable de que encontremos una nueva fuerza mientras nos encontramos ahí.

Entonces, ¿cómonte humillado, todo mientras nos preocupamos de que lo mejor de nosotros simplemente no es suficiente. Solo es suficiente para empujarnos a tomar refugio en la construcción de libreros. puedes dejar de cortar la rama en la que estás sentado? Observa la raíz proverbial. Sin importar la manera en la que se materialice tu autosabotaje, véncelo desde su raíz: miedo al fracaso.

Me levantan mucho las cejas cuando digo eso: la mayoría de las personas creen que se autodestruyen por miedo al éxito. Pero, en lo profundo, la desesperación por los logros no es realmente un miedo a la ambición y a tu propia valía, es miedo a dar lo mejor de ti y no tener éxito, a decepcionarte a ti mismo y a ser públicame

A version of this article originally appeared in English.

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Acerca de
Ellen Hendriksen, Ph.D.

La Dra. Ellen Hendriksen, es psicóloga en el Centro para la Ansiedad y Trastornos relacionados de la Universidad de Boston.

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