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Verificado por Psychology Today

Cognición

¿Por qué existimos?

No mires al cielo ni a los dioses en busca de respuestas. Yace más profundo.

Por más de 300,000 años hemos mirado al cielo y a los dioses en busca de respuestas. Inventamos el fuego, aterrizamos en la luna e incluso arrojamos un pedazo de metal fuera de nuestro sistema solar. Pero, a pesar del desarrollo de super sincrotrones antiprotón-protón y supercolisionadores superconductores que contienen suficiente cableado de titanio-niobio para darle la vuelta al mundo 16 veces, no tenemos una mayor comprensión de la razón por la que existimos de la que tenían los primeros pensadores de conciencia civilizada. ¿De dónde vino todo? ¿Por qué estamos aquí?

Somos como Dorothy en “El Mago de Oz”, que se fue en un camino largo en busca del Mago para volver a casa, solo para descubrir que la respuesta había estado en su interior todo el tiempo. Mientras más nos adentramos en el espacio exterior, más nos damos cuenta de que el secreto de la vida y la existencia no puede encontrarse inspeccionando galaxias en espiral u observando supernovas distantes. Se encuentra en lo más profundo. Involucra todo lo que somos.

Hemos observado al mundo por tanto tiempo que ya no desafiamos su realidad. Aquí tenemos al universo: nuestros órganos sensibles perciben átomos y galaxias que se encuentran a 14 mil millones de años luz, a pesar de que no podemos verlo con el ojo de la razón: el hecho de que el mundo no es para nosotros más que un conjunto de sensaciones unificadas por leyes que existen en nuestro entendimiento. No podemos ver las leyes que sostienen al mundo; y que si se eliminaran, los árboles y las montañas, y de hecho todo el universo, colapsaría en la nada.

Loren Eiseley alguna vez dijo: “nos sentimos demasiado cómodos con nuestros órganos sensibles. Ya no es suficiente ver cómo lo hacemos los humanos, incluso hasta los confines del universo”. Nuestros radiotelescopios y supercolisionadores simplemente extienden las percepciones de nuestra mente. Vemos solamente el trabajo terminado. En este mundo, solo un acto de observación puede conferir forma a la realidad: a un diente de león en un valle o una semilla, o al sol, a la lluvia o al viento. De cualquier forma, es impresionante, y tu gato o perro pueden hacerlo también. Y tal vez incluso esa araña descansando fuera de mi ventana.

Somos más de lo que se nos ha enseñado en la clase de biología. No somos solamente una colección de átomos, proteínas y moléculas, girando como planetas alrededor del sol. Es cierto que las leyes de la química pueden entender la biología rudimentaria de los sistemas vivos y, como médico, puedo recitar a detalle las bases químicas y la organización celular de células animales: oxidación, metabolismo biofísico, todos los carbohidratos, patrones de lípidos y aminoácidos. Pero hay más en nosotros que la suma de nuestra funciones bioquímicas. Una comprensión completa de la vida no se puede encontrar observando solamente las células y las moléculas. Al contrario, la existencia física no puede separarse de la vida animal y las estructuras que coordinan la percepción de los sentidos y la experiencia (incluso si estas también tienen una correlación física en nuestra conciencia).

Parece probable que somos el centro de nuestra propia esfera de realidad física, conectada al resto de la vida no solamente al estar vivos en el mismo momento en la historia de 4.5 mil millones de años de la Tierra, sino por algo sugestivo, un patrón que es el modelo de la existencia misma.

La ciencia no ha logrado reconocer las propiedades de la vida que la hacen fundamental para nuestra existencia. Esta visión del mundo en la que la vida y la conciencia son fundamentales para comprender el universo más amplio, el biocentrismo, gira en torno a la forma en que nuestra conciencia se relaciona con un proceso físico. Es un gran misterio que he perseguido toda mi vida con mucha ayuda en el camino, apoyándome en los hombros de algunas de las mentes más alabadas de la era moderna. También he llegado a conclusiones que conmocionarían a mis predecesores, colocando la biología por encima de las otras ciencias en un intento de encontrar la teoría de todo lo que ha eludido otras disciplinas.

Desde la infancia se nos ha enseñado que el universo se puede dividir fundamentalmente en dos entidades: nosotros mismos y aquello que está fuera de nosotros. Esto parece lógico. El "yo" se define comúnmente por lo que podemos controlar. Podemos mover nuestros dedos pero yo no puedo mover los dedos de los pies. La dicotomía se basa en gran medida en la manipulación, incluso si la biología básica nos dice que no tenemos más control sobre la mayoría de los billones de células de nuestro cuerpo que sobre una roca o un árbol.

Considera todo lo que veas a tu alrededor en este momento: esta página, por ejemplo, o tus manos y dedos. El lenguaje y la costumbre dicen que todo está fuera de nosotros en el mundo exterior. Sin embargo, no podemos ver nada a través de la bóveda de hueso que rodea nuestro cerebro. Todo lo que ves y experimentas, tu cuerpo, los árboles y el cielo, es parte de un proceso activo que ocurre en tu mente. Tú eres este proceso, no solo esa pequeña parte que controlas con las neuronas motoras.

Según el biocentrismo, no eres un objeto, eres tu conciencia. Eres un ser unificado, no solo el brazo o el pie que estás moviendo, sino parte de una ecuación más amplia que incluye todos los colores, sensaciones y objetos que percibes. Si separas un lado de la ecuación del otro, dejas de existir. De hecho, los experimentos confirman que las partículas solo existen con propiedades reales si se observan. Como dijo el gran físico John Wheeler (que acuñó la palabra "agujero negro"), "Ningún fenómeno es un fenómeno real hasta que es un fenómeno observado". Por eso, en los experimentos reales, las propiedades de la materia, y el espacio y el tiempo mismos, dependen del observador. Tu conciencia no es solo parte de la ecuación, la ecuación eres tú.

Incluso Steven Weinberg, que ganó el Premio Nobel de Física en 1979, reconoce en su libro "Sueños de una teoría final" que hay un problema con la conciencia y, a pesar del poder de la teoría física, la existencia de la conciencia no parece derivarse de leyes físicas.

"Seguirá siendo notable", dijo el físico Nobel Eugene Wigner, quien ayudó a sentar las bases de la teoría de las simetrías en la mecánica cuántica " de cualquier manera que nuestros conceptos futuros puedan desarrollarse, que el mismo estudio del mundo externo llevó a la conclusión de que el contenido de la conciencia es una realidad última".

La respuesta a la vida y al universo no se puede encontrar mirando a través de un telescopio o examinando los pinzones de las Galápagos. Se encuentra mucho más profundo. Nuestra conciencia es la razón por la que existen. Unifica el pensamiento y los mundos extendidos en una experiencia coherente y anima la música que crea nuestras emociones y propósitos: lo bueno y lo malo, las guerras y el amor. No carga los dados para que juegues el juego de la vida. Es cierto que hay dolor y lucha por todas partes. Pero como señaló Will Durant, debemos ver "detrás de la contienda, la ayuda amistosa de los vecinos, la alegría libre de los niños y los jóvenes, los bailes de las muchachas vivaces, los sacrificios voluntarios de padres y amantes, la generosidad paciente de la tierra, y el renacimiento de la primavera ".

En cualquier forma que adopte, la vida canta porque tiene una canción. El significado está en la letra.

A version of this article originally appeared in English.

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Acerca de
Robert Lanza M.D.

Robert Lanza, Médico, es actualmente Director Científico en el Astellas Institute for Regenerative Medicine y profesor adjunto en la Escuela de Medicina de la Universidad Wake Forest.

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