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Verificado por Psychology Today

Religión

¿Por qué creemos en Dios?

La evolución de las creencias religiosas.

¿Por qué la gente cree en Dios? Para la mayor parte de la gente en el mundo la respuesta parece obvia: Porque es auto evidente que Dios existe. Desde el punto de vista de un creyente, la pregunta verdaderamente confusa es cómo podría alguien no hacerlo.

Aún así, como señalan Brett Mercier y sus colegas de la Universidad de California en Irvine en un artículo reciente, hubo una vez en la prehistoria de nuestra especie cuando nadie creía en ningún tipo de dios. Todos nuestros ancestros evolutivos eran ateos, pero en algún momento en el camino encontraron la religión. Así que volvemos a nuestra pregunta original: ¿Por qué la gente cree en Dios?

Como es común en la práctica de la ciencia evolutiva, Mercier y sus colegas distinguen entre causas finales y causas próximas. Una causa final explica cómo un comportamiento evolucionó en primer lugar, mientras que una causa próxima delinea las condiciones dentro de las cuales se llevará a cabo el comportamiento evolucionado. Consideremos, por ejemplo, a las aves que vuelan al sur en el invierno. La causa última de la migración de las aves es el incremento en la supervivencia y la reproducción experimentada por aquellos que se movieron por temporadas a climas más cálidos cuando había bastante comida. En contraste, la causa próxima es la reducción en las horas del día, que sirve como un detonante de que es momento de irse al sur.

Las creencias religiosas de algún tipo son una característica prácticamente universal de la realidad, así que es muy probable que exista alguna causa evolucionaria final que lo explique. Al mismo tiempo, no todas las personas son religiosas, y más allá de eso, las formas de creencias entre los religiosos varían ampliamente, así que necesitamos entender las causas próximas para estas variaciones. En su artículo, Mercier y sus colegas delinean varias causas próximas y finales para las creencias religiosas.

Los humanos completamente modernos aparecieron en escena hace alrededor de un cuarto de millón de años, y hasta muy recientemente, todos vivían estilos de vida de cazadores-recolectores. En estas sociedades primitivas, los hombres cazaban, pescaban y recolectaban lo que podían encontrar de carne, mientras que las mujeres recogían frutas, raíces y vegetales. Vivían en pequeños grupos de alrededor de 100 a 150 personas porque esta era la población más grande que podía soportar el terreno circundante.

Aún así, estos grupos eran considerablemente más grandes que las sociedades de especies de primates, que tendían a llegar a solo algunas docenas. Además, los humanos son mucho más capaces de cooperar que otros primates debido a mecanismos cognitivos evolutivos. Entre los más importantes de estos mecanismos se encuentra el sentido de agencia. Como usuarios de herramientas, los humanos desarrollaron rápidamente un entendimiento de que pueden hacer que cosas pasen intencionalmente. La nuez se abrió porque la golpee con una roca. La manzana está en el piso porque agité el árbol.

Los humanos entonces aplicaron este sentido de agencia a interpretar las interacciones social. Con esto quiero decir que no solamente creemos que tenemos agencia sino que también sabemos que los demás la tienen. Entonces, juzgamos las acciones de otros dependiendo de si las consideramos intencionales o no. Podemos perdonar fácilmente a la persona que nos pisa accidentalmente, pero necesitamos una buena explicación y disculpa si alguien se para en nuestros dedos del pie a propósito.

De hecho, somos bastante hipersensibles en cuanto a la agencia de otras personas, infiriendo intenciones inexistentes. Por ejemplo, cuando alguien nos rebasa de manera descuidada en el tráfico, generalmente asumimos que lo hizo a propósito - es decir, sabiendo perfectamente lo peligroso que es manejar así - en lugar de suponer que se fijaron pero simplemente no nos vieron. Asumimos muy rápidamente que la gente actúa a propósito y no consideran el grado en el que los comportamientos de la gente se forman por sus circunstancias y limitantes en ese momento.

Debido a la detección hipersensible de agencia, también tenemos una tendencia a inferir intencionalidad en procesos naturales u objetos inanimados. Las creencias en espíritus acuáticos, espectros y espantos, fantasmas y demonios son antiguas y se observan en todas las culturas alrededor del mundo. Debido a que el mundo natural es complejo y actúa de maneras misteriosas, detectamos agencia alrededor de nosotros.

Por cierto, si creen que como seres humanos inteligentes que viven en una sociedad moderna estamos libres de tales disparates sin sentido, tenemos que preguntarnos: ¿Nunca le hemos rogado a nuestro coche que encienda en una mañana fría? ¿No nos hemos quejado de que nuestra computadora toma sus propias decisiones porque no se comporta como nos gustaría? Tendemos a detectar agencia automáticamente en objetos inanimados cuando una situación es impredecible y está fuera de nuestro control.

Este tipo de pensamiento animístico - esto es, la creencia de que una agencia supernatural habita en el mundo y puede influir eventos - es una característica humana universal. Este tipo de pensamiento es común en los niños, y como adultos, nuestro pensamiento animístico se forma por las normas de nuestra cultura. Las creencias animísticas también son comunes en las sociedades de cazadores-recolectores, pero lo que no tienen es una religión organizada.

Hace unos 15,000 años, los humanos empezaron a adoptar gradualmente la agricultura. Al principio, los humanos domesticaron solo algunos animales y cuidaban de jardines para suplementar su caza y recolección, pero, eventualmente, la mayoría de las sociedades en el mundo se cambiaron a ser solamente granjeros y agricultores. La agricultura puede sustentar a más personas por pedazo de tierra en comparación con la caza y recolección, pero esto vino con un costo.

Mientras nuestros grupos eran de tamaño pequeño, teníamos los mecanismos psicológicos para lidiar efectivamente con los miembros de nuestra comunidad. Si vivimos todos los días con las mismas 150 personas, llegamos a conocerlos bastante bien. Pero si los números llegan a los miles o decenas de miles, la mayoría de las personas con las interactuaremos diariamente serán extraños. Así era la vida en las primeras ciudades que surgieron gracias a los excedentes de comida que brindaba la agricultura.

En este punto, tiene lugar una evolución cultural. La existencia humana depende de la cooperación. Cuando vivimos en pequeños grupos, quienes hacen trampa son castigados por los demás miembros, y rápidamente aprenden que tienen que hacer las cosas bien. Pero en sociedades anónimas, es fácil aprovecharse de los demás, ya que no hay manera que el resto del grupo castigue a aquellos que se aprovechan del sistema. La solución fue inventar a dioses siempre vigilantes que castigarán a los tramposos por nosotros. Entonces, la religión organizada creció de la mano con el surgimiento de las ciudades-estado.

Avanzamos una docena de milenios y aquí estamos, viviendo en una sociedad tecnológicamente avanzada liderada por la ciencia que nos dice que el mundo se mueve de acuerdo a leyes de la física y no los caprichos de espíritus y deidades. Sin embargo, la creencia religiosa en un dios o más que vigilan nuestras acciones y nos juzgan por ellas es bastante común. Al mismo tiempo, la creencia religiosa ha decaído precipitosamente desde el siglo pasado, y aquí necesitamos observar a las causas próximas.

Mercier y sus colegas dividen las causas próximas de creencias religiosas en tres tipos: cognitivas, motivacionales y de sociedad. Un factor cognitivo es un estilo de pensamiento analítico. La gente que tiende a actuar de acuerdo con la razón y no con la intuición también tienen menos probabilidades de creer en Dios. Tal vez de manera relacionada, también vemos una tendencia en la que la gente que tienen una inteligencia más alta tienen creencias agnósticas o ateístas. En contraste, la gente que tiene más de la llamada "inteligencia emocional" - esto es, la capacidad de discernir fácilmente las emociones y motivos de los demás - también tienden a ser más religiosos. Por supuesto, es exactamente esta habilidad de leer las mentes de otras personas lo que llevó al surgimiento de las creencias religiosas en primer lugar, hace cientos de miles de año en la savana africana.

También hay razones motivacionales para la creencia religiosa. La gente que está socialmente aislada tiende a tener más fe religiosa, tal vez porque les permite sentir que no están verdaderamente solos. De igual manera, la gente que se enfrenta a la muerte tiene más probabilidades de expresar fe en Dios y en una vida después de la muerte. El antiguo dicho de que no hay ateos en el campo de batalla es, sin duda, cierto en gran medida. Además, la fe en Dios aumenta cuando las situaciones se vuelven incontrolables, como en el caso de desastres naturales. Creer que Dios tiene un plan ayuda a la gente a recuperar algún sentido de control, o al menos, de aceptación.

Otro factor motivacional es la mejora personal. Si vivimos en una sociedad en la que se valora la religión, es mejor para uno decir que creemos, ya sea que lo hagamos o no. Estoy seguro de que hay muchos que dudan sentados en la iglesia los domingos, aunque nadie lo admitiría. (Yo fui una de estas personas durante la mayor parte de mi adolescencia). Y con frecuencia escuchamos historias de sacerdotes o pastores que perdieron su fe pero siguieron predicando porque era la única manera en la que podían ganar dinero.

Finalmente, hay factores sociales que influyen en el grado de creencias religiosas dentro de las sociedades. Como regla general, la creencia religiosa es considerablemente más baja en países desarrollados en comparación con el mundo subdesarrollado. Por ejemplo, Japón tienen uno de los estándares de vida más altos del mundo, pero solo el 4 por ciento de su población dice ser religiosa. Tradicionalmente, Japón fue un país budista, y la religión tuvo un papel importante en las vidas de los japoneses hasta después de la Segunda Guerra Mundial. Ocurrió una tendencia similar en Europa Occidental, a la que muchos científicos sociales caracterizan ahora como "post-Cristiana."

Estados Unidos, con sus altos estándares de vida y alta religiosidad es una gran excepción. Sin embargo, como señalan Mercier y sus colegas, Japón y Europa Occidental tienen amplias redes de seguridad social y salud gratuitas, a diferencia de Estados Unidos. Los japoneses y europeos saben que sus gobiernos vendrán a ayudarlos si lo necesitan. Pero las actitudes de dejar ser en la sociedad estadounidense hace el futuro de la gente más incierto y, por lo tanto, la creencia en un Dios benevolente es más atractiva.

A pesar de que mucha gente en sociedades industrializadas han abandonado la religión organizada tradicional, muchos aún confiesan algún tipo de creencia espiritual, como una fuerza vital o un espíritu que existe en la naturaleza y toda la humanidad. Conforme las sociedades se vuelven más afluyentes e igualitarias, tal vez la gente percibe una menor necesidad de un Dios benevolente que nos cuide. Puede que la religión organizada ya no sea necesaria en tales sociedades, pero sigue siendo naturaleza humana percibir agencia en la complejidad e imprevisibilidad del mundo, incluso cuando no existe ninguna.

A version of this article originally appeared in English.

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Acerca de
David Ludden Ph.D.

El Doctor David Ludden, es profesor de psicología en Georgia Gwinnett College.

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