¿Pensar positivo es un error?

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Dos estudios publicados el año pasado arrojan un poco de sombra sobre el poder del pensamiento positivo y de evitar las emociones negativas. Este pensamiento me sorprendió un poco, dado que el mundo de los negocios y la consultoría se alimenta del optimismo y el diálogo interno positivo. “¡Puedes hacerlo!” “¡Puedo hacerlo a tiempo!” “¡Puedo sobrevivir a este maratón de trabajo!” Personalmente, no sólo soy optimista, sino que también creo profundamente que sólo el optimismo me ha sacado adelante en varios periodos oscuros de mi vida laboral.

Entonces, ¿qué pasa? ¿Qué está pasando con el menosprecio del optimismo? A corto plazo, nosotros (en el mundo empresarial) defendemos el poder de establecer objetivos ambiciosos y perseguirlos. Entreno a personas todo el tiempo para que vivan con la incomodidad de hablar en público y practico diversas técnicas para superar o al menos mejorar los nervios. Una de las técnicas más exitosas es desarrollar un mantra positivo que aborde los aspectos específicos del malestar.

Muchas empresas se inician en un torbellino de optimismo, y el banco de historias empresariales está repleto de héroes que han perseverado y seguido esforzándose a pesar de la evidencia de lo contrario. ¿Dónde estaría Steve Jobs sin profundos pozos de optimismo y determinación que lo mantuvieron caminando hacia adelante?

Un toque de pesimismo

Entonces, ¿qué hay de malo con el optimismo? El primer estudio encontró que un toque de pesimismo es señal de un coeficiente intelectual más alto y de un mayor realismo cuando se trata de finanzas y probabilidades de éxito al iniciar un nuevo negocio. Como señala el Dr. Chris Dawson, autor principal del estudio, “la baja capacidad cognitiva conduce a sesgos más halagadores: las personas esencialmente se engañan a sí mismas”. Y como si esto no fuera suficiente bofetada para nosotros, los optimistas, Dawson continúa apuntando directamente a aquellos de nosotros que iniciamos pequeñas empresas: “Las posibilidades de iniciar un negocio exitoso son mínimas, pero los optimistas siempre piensan que tienen una oportunidad e iniciarán negocios destinados al fracaso”.

Auch. Como alguien que inició una pequeña empresa hace 27 años, una empresa que todavía está prosperando, por cierto, Dr. Dawson, admito que el optimismo me ayudó a comenzar, la ansiedad a menudo me mantuvo adelante y la preocupación nunca desaparece.

Entonces, a pesar de todo nuestro optimismo, empresarios, tal vez deberíamos agregar una pizca de realismo o incluso pesimismo para mantenernos en el camino correcto.

Respuesta a emociones negativas

El otro estudio es aún más cercano para aquellos de nosotros a quienes nos gusta mantener una actitud positiva. Aparentemente, esas molestas emociones negativas seguirán apareciendo porque somos humanos y no podemos evitar responder a las cosas que nos irritan, molestan, alarman, desagradan, antagonizan, exasperan, irritan, o enfurecen.

En lo que se centró el estudio fue en nuestra respuesta a esas emociones negativas. Si juzgamos que nuestras respuestas emocionales negativas son incorrectas o inapropiadas, es más probable que suframos ansiedad y depresión. Si, por el contrario, aceptamos las emociones negativas como parte normal de la vida, entonces es más probable que experimentemos los aspectos beneficiosos de esos sentimientos. La ira puede ser útil cuando nos hacen daño, la ansiedad puede alertarnos sobre los desafíos en el entorno que debemos abordar y el miedo puede hacernos saber que debemos tener cuidado con ese tigre dientes de sable que acecha entre los arbustos de allí.

En conjunto, estos estudios nos ayudan a reconocer que si bien el optimismo puede ser esencial para comenzar, una buena dosis de realismo puede ser el boleto para evitar que nos excedamos en esos pronósticos anuales. Y aceptar las frustraciones que surgen naturalmente con los flujos y reflujos de la vida empresarial, específicamente en forma de nuestras propias emociones negativas, nos ayudará a navegar la vida laboral con mayor fluidez. Las emociones son señales, como me han dicho mis psicólogos a lo largo de los años, pistas de que algo está mal (o bien) en el momento, y es bueno prestarles atención, sin juzgarlas.