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Verificado por Psychology Today

Amigos

No eres fea y yo tampoco lo era

Si sueles contarte la historia de que eres fea, considera cambiar esa historia.

Hace un tiempo, estaba mirando algunos álbumes de fotos antiguas de mi madre. Había las típicas fotografías de vacaciones familiares en el lago Tahoe, picnics, barbacoas y reuniones navideñas. A veces, me costaba distinguir la diferencia entre mi hermana y yo, aunque en ese momento no podía imaginar que nos pareciéramos en algo.

Durante toda mi vida he luchado contra la idea de que soy fea. Cuando era niña, tenía una sobremordida enorme y tuve que usar uno de esos cascos de nailon para mantener mi retenedor adentro. A los 10, desarrollé acné que solo desapareció hasta después de mis 30 años, y además, era dolorosamente tímida y apenas podía animarme a hablar con mis profesores en la escuela, mucho menos contestar el teléfono en nuestra casa. Si alguien a quien no conocía miraba hacia mí, me congelaba como un conejo acorralado por un perro.

A diferencia de muchas mujeres, nunca tuve problemas con mi peso; mis problemas de imagen corporal tenían que ver con el acné, los dientes de conejo, la nariz larga y lo que en mi opinión era mi complexión alta, larguirucha y de huesos grandes que me hacía sentir como un monstruo cuando estaba al lado de las bonitas y femeninas mujeres de moda.

Al atravesar por la infancia, avergonzada de mi apariencia y terriblemente tímida, perfeccioné el arte de no ocupar ningún espacio. Yo era la chica en la que nadie se fijaba y a una parte de mí le gustaba así. Pero la parte que quería ser adorada sí que se daba cuenta cuando la gente no lo hacía, y se lo atribuía a mi apariencia.

Sin embargo, mientras miraba los álbumes de fotos de mi madre, noté algo: ¿la chica de las fotos? Ella no era fea. Ella sonreía y vestía la ropa a veces ridícula de la época y hacía muecas a la cámara. Ella bromeaba y sonreía. Tenía el pelo dorado y los dientes torcidos con un hueco aquí y allá. Pero ninguna de esas cosas la hacía fea. La hacían linda. Incluso el tocado del retenedor, aunque tosco, era adorable de una manera divertida. Me veía como cualquier otra niña. Linda de una manera incómoda, amante de la diversión, llena de vida.

Y yo siempre había creído que era fea.

La revelación fue incluso un poco asombrosa. ¿Quieres decir que durante los últimos 30 años había estado acusando a esa niña de ser fea? ¡Qué vergüenza! Había creado una historia completa sobre mí misma, una historia de la que solo he logrado alejarme en los últimos cinco años, y a la que todavía vuelvo a veces cuando las cosas parecen oscuras, una historia sobre cómo nunca he sido tan bonita como las otras mujeres, cómo nunca iba a tener una pareja romántica porque los hombres solo querían a "esas" mujeres, las lindas, sexys y coquetas. Cómo fui solo una víctima de los genes y la mala suerte y nunca estaría entre las bellas.

Tengo algunas amigas que son mujeres más grandes, que parecen usar su peso como excusa para no salir y obtener las cosas que quieren de la vida. Una amiga en particular a menudo señala mi delgadez como una razón por la que mi vida es grandiosa. Aunque tiene razón en que mi vida es bastante agradable y que las mujeres con mi tipo de cuerpo son generalmente vistas por esta cultura como "que lo tienen todo", todavía me enfurece un poco la idea de que, debido a que mis genes se expresan en un tipo de cuerpo promedio, solo por eso tengo la vida que tengo. También conozco mujeres que son grandes, más grandes que mis amigas, que tienen matrimonios felices, hijos o caminos de vida creativos y vibrantes, más que yo, en mi opinión, y que parecen verse a sí mismas como sexys y atrevidas, y que desafían a que cualquiera las contradiga.

En todos nuestros casos, solo estamos limitadas por las historias que nos contamos sobre nuestros cuerpos. Durante 30 años, yo, una mujer rubia con lo que esta cultura considera un tipo de cuerpo casi perfecto para las mujeres, me percibí como fea. Del mismo modo en que, durante décadas, mis amigas se han considerado imperfectas porque tienen cuerpos más grandes. Y otras mujeres que conozco han creado vidas de creatividad y pasión, mientras que yo, una supuesta "rubia flaca", he luchado con sentimientos de baja autoestima. ¿La diferencia? Lo que nos decimos de nosotras mismas.

Durante los últimos cinco años, he estado trabajando para contarme una historia diferente sobre mi apariencia. He trabajado en la forma en que me comporto físicamente, e incluso en cómo me visto y me presento. Ahora, cuando me miro al espejo, normalmente me gusta lo que veo. Pero fue un largo camino hasta aquí y todavía, a veces, me siento como una niña grande y torpe (y sí, me refiero a una niña) cuando estoy rodeada de mujeres que veo hermosas y arregladas. Esas cintas sobre mi fealdad todavía se reproducen en algunas ocasiones y tengo que apagarlas.

¿Cómo creamos diferentes historias sobre nosotros mismos? Una forma que he encontrado es mirar los comentarios positivos que recibimos y hacer un esfuerzo por asimilarlos, en lugar de centrarnos en todas las formas en que nosotras (u otros o la sociedad) nos decimos que no estamos bien. He trabajado para aceptar cumplidos sin añadir inmediatamente "pero ..." después de ellos. De hecho, hice un botón que dice "acepto todos los cumplidos".

Otra forma era mirar mis fotos de niña y ver a esa niña como un ser humano, no como una colección de partes del cuerpo que pueden o no ajustarse a algún ideal de belleza. Tenía emociones y pensamientos y era creativa y vibrante. Esa niña tenía y todavía tiene, una rica vida interior y una maravillosa imaginación. Le encanta la naturaleza y le fascinan cosas simples como el juego de las luces sobre las hojas. Siempre fue más que su acné o su sobremordida o sus rodillas nudosas.

Y otra forma más, ha sido mirar a las personas que me rodean y verlas como seres humanos completos, sintiendo alegría y dolor, luchando sus propias batallas, haciendo lo mejor que pueden, sea cual sea su apariencia o tipo de cuerpo. Me doy cuenta de que las personas que encuentro atractivas casi nunca se ajustan a un ideal físico exigente. Lo que encuentro atractivo de ellos es la energía que proviene de ellos. La persona más bella del mundo no es bella si su energía es negativa, odiosa, de mente cerrada o aburrida. Y una persona que no necesariamente se ajusta a nuestra imagen social de belleza es hermosa si su energía es positiva, vibrante o de corazón abierto.

Si sueles contarte la historia de que eres fea, considera cambiar esa historia. Es extremadamente doloroso pensar que somos demasiado feas como para vivir nuestra mejor vida, pero muchos de nosotros nos sentimos así. Es una prisión que creamos con nuestras mentes. Con un poco de atención compasiva y un cambio de punto de vista, podemos desbloquear esa prisión para siempre.

A version of this article originally appeared in English.

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Acerca de
Melissa Kirk

Melissa Kirk es editora y escritora freelance que se especializa en psicología y no ficción.

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