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Relaciones
La fórmula para relacionarse de manera saludable
Mejora cualquier relación, interacción o comunicación.
2 de noviembre de 2020 Revisado por Gary Drevitch
En la lección número uno de habilidades relacionales, señalo cómo la mayoría de nosotros nunca recibimos una lección formal sobre cómo relacionarnos de una manera saludable, así que, no es sorprendente que nuestras relaciones, sociedades y planeta sufran por ello. También noto que algunos de los problemas más acuciantes en nuestras vidas y nuestro mundo, como abusos interpersonales, guerras, pobreza, sexismo, racismo, explotación animal y cambio climático, comparten un denominador común: disfunción relacional. En otras palabras, todos estos problemas reflejan una manera disfuncional de relacionarse ya sea entre grupos sociales, con otros individuos, con otros animales y el ambiente, e incluso con nosotros mismos. Concluyo que construir un alfabetismo relacional, comprender y tener la capacidad de practicar maneras saludables de relacionarnos es fundamental para una transformación social y personal.
El alfabetismo relacional incorpora muchos principios y herramientas. Pero está basado en una sola fórmula. Esta fórmula aplica a todos los niveles y tipos de relaciones. Aplica a nivel colectivo (la manera en la que los grupos sociales se relacionan), a nivel interpersonal (cómo se relacionan dos o más individuos), y a nivel intrapersonal (cómo nos relacionamos con nosotros mismos). También aplica para la manera en la que nos relacionamos con otros animales y el ambiente. La fórmula se aplica igualmente a relaciones a largo plazo y a interacciones breves (después de todo, las relaciones son una serie de interacciones). Y, por supuesto, aplica a la manera en la que nos comunicamos, ya que la comunicación es la manera principal en la que nos relacionamos.
Entonces, esta es la sencilla fórmula: una relación (o interacción) saludable refleja integridad, honra la dignidad y te lleva a un sentido de conexión mutua.
Ser íntegro + honrar la dignidad = conexión
La integridad es la integración de nuestros valores morales esenciales de compasión y justicia y nuestros comportamientos; practicamos la integridad cuando actuamos alineados con estos valores. Para decirlo de manera sencilla, cuando practicamos la integridad, tratamos a otros cómo nos gustaría ser tratados si estuviéramos en su posición; los tratamos con respeto.
La dignidad es nuestro sentido de valor inherente. Cuando honramos la dignidad de alguien más, lo percibimos y tratamos como tan digno de respeto como cualquier otra persona.
Las relaciones saludables, como muchas cosas en la vida, no son un fenómeno excluyente. Existen dentro de un espectro. Rara vez hay una relación completamente sana o completamente disfuncional. En su lugar, es un poco más o menos de cada extremo.
En el lado saludable del espectro están las actitudes y comportamientos relacionales. En el lado disfuncional están las actitudes y comportamientos no relacionales, que reflejan lo opuesto de la fórmula para relaciones saludables. La actitudes y comportamientos no relacionales violan la integridad, dañan la dignidad y llevan a un sentido de desconexión.
Violación de integridad + daños a la dignidad = desconexión
Entonces nuestra comunicación, abogacía y demás pueden ser más o menos relacionales, al igual que los sistemas de los cuales somos parte, como nuestras familias, sociedades, lugares de trabajo y sistemas sociales más amplios. Por ejemplo, sistemas opresores como el racismo, el patriarcado y el carnismo (a lo que yo me refiero como jerarquías del poder), son sistemas no relacionales; nos condicionan a pensar y actuar de maneras que violan la integridad, dañan la dignidad y llevan a la desconexión; y, por supuesto, causan daños más ampliamente.
Las buenas noticias son que los comportamientos relacionales son un “todos ganan” en cuanto a que llevan a resultados mutuamente benéficos. Cuando practicamos integridad y honramos la dignidad, incrementamos nuestra propia integridad, la integridad de los demás individuos con quienes nos estamos relacionando y del sistema de relación en su totalidad.
Por ejemplo, una persona que evita los conflictos podría ser deshonesta consigo misma y con su pareja sobre preocupaciones que tiene en cuanto a su relación, con el fin de evitar la incomodidad de la discordia. Para practicar una mayor integridad, esta persona compartiría sus preocupaciones con honestidad y compasión; así estaría tratando a su pareja con más respeto. Al hacerlo, ayudarían a crear un ambiente que incremente las probabilidades de que su pareja también actúe respetuosamente: es más fácil ser respetuoso cuando confías en que no serás avergonzado o atacado y que no te faltarán al respecto. Y la relación en sí crece en la integridad; mientras más se practica integridad en una relación, más se vuelve la norma de una relación.
O, por ejemplo, si estás en una relación con una pareja que no practica la integridad hacia ti, a pesar de suficientes intentos de cambiar el patrón, la elección con más integridad bien podría ser que termines con la relación. Al hacerlo, te estás protegiendo de continuar en un tratamiento irrespetuoso; estás evitando que tu pareja siga violando tu propia integridad actuando sin respeto hacia ti; y estás protegiendo la relación antes de que pierda aún más su integridad.
Hay una miríada de estrategias que construyen un alfabetismo relacional, pero esta fórmula le gana a todas. Una manera simple y poderosa de mejorar la salud de cualquier relación o interacción es hacer una pausa y preguntarte hasta qué punto la relación o la interacción refleja integridad y honra la dignidad. Luego pregúntate cómo podrías incrementar cada una de estas cualidades. Intenta notar qué obstáculos podrían estar estorbando la posibilidad de hacerlo, así como lo que podrías hacer para mitigar estos obstáculos. Las respuestas que se te ocurran podrían llevarte en el camino del crecimiento relacional y conexiones considerablemente mejoradas.
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A version of this article originally appeared in English.
