Skip to main content

Verificado por Psychology Today

Enfermedad Coronavirus 2019

No todas las noticias sobre el Coronavirus son malas

5 maneras en las que el mundo ya es mejor después de la pandemia.

Durante las semanas anteriores, el miedo ha escalado rápidamente y se ha vuelto difícil encontrar noticias que nos animen sin llenarnos de falsas esperanzas que podrían poner en riesgo a las personas vulnerables. Pero en estos tiempos de incertidumbre, también necesitamos pausar y celebrar algunos de los cambios positivos que ya ocurrieron a una escala sin precedentes.

1. Ya no estamos desatendiendo lo que importa. Las enfermedades e incidentes siempre provocarán una cascada de eventos positivos inesperados. Primero, tienden a enfocar nuestra atención hacia cosas que usualmente damos por sentado. De manera paradójica, es hasta que las cosas se rompen que empezamos a apreciarlas, o incluso a recordar que existen. La gente con asma, por ejemplo, hablan de lo agradecidos que están por las maravillas del aire y de respirar. Una pierna rota o un coche descompuesto pueden hacernos apreciar el privilegio del libre movimiento. O, de nuevo, una incapacidad inesperada de moverse sin esfuerzo puede motivar una oleada de amigos y parientes ofreciendo ayuda, como ir a hacer las compras o prestarse de chofer. Es a partir de estas fallas menores que recordamos a nuestros seres queridos y creamos o renovamos rituales como compartir coche, largas caminatas con amigos o comer juntos. Las enfermedades y accidentes también pueden ser bendiciones para unir a familias, amigos y comunidades.

La ansiedad masiva, medidas extremas y cobertura maniática de los medios alrededor del COVID-19 han reestructurado drásticamente nuestra atención hacia muchas características cruciales de nuestras vidas. Actualmente estamos tan conscientes de nuestra salud y agradecidos por nuestros cuerpos. Se nos recuerdan todas las poblaciones vulnerables en nuestras sociedades y cuánto nos importan. Estamos más conscientes de, y agradecidos por, las complejas cadenas de producción, suministro, mantenimiento y cuidado sin las cuales nuestras sociedades no podría existir. Más crucialmente, ahora se nos recuerda lo que tenemos y lo que somos: una sociedad global. Preocuparnos los unos por los otros es lo que le permitió a nuestra especie sobrevivir y prosperar a pesar en contra de todas las probabilidades. Al recordar que nuestras vidas están conectadas de manera intrínseca y al tomar nota de la fragilidad del mundo que dábamos por sentado, también se nos recuerda lo valiosos que somos los unos para los otros.

2. La cooperación se está esparciendo a una escala global sin precedentes. Antes de que el pánico alrededor del COVID-19 movilizara nuestra atención, el mundo occidental ya se estaba enfrentando a una epidemia de ansiedad, soledad, enfermedades mentales y una creciente incertidumbre sobre el futuro. Desde políticos vueltos locos hasta el cambio climático, desde las guerras culturales hasta la recesión de sexo, nuevas muertes por desesperación y las redes sociales explotando nuestras vulnerabilidades mentales, los síntomas del individualismo rampante ya estaban destruyendo nuestras vidas. De muchas maneras, las condiciones para un pánico global y crisis de salud mental ya estaban puestas. La epidemia de COVID-19 está proporcionando un antídoto oportuno para todo esto.

Conforme nos enfocamos en lo más importante, la importancia vital de la coordinación y la cooperación se ha vuelto una realidad otra vez. Esos mismos sesgos cognitivos para la información negativa son lo que nos hace obsesionarnos sobre amenazas potenciales se activan cuando elegimos qué leer, sobre qué reportar o pensar en estos tiempos de incertidumbres. Escenarios hipotéticos del colapso de sistemas de salud y millones muriendo, o los raros incidentes de acumulamiento de pánico movilizan nuestra atención y se hacen virales en línea.

Lo que olvidamos notar, y lo que nunca se reporta o comparte en redes sociales, es la naturaleza cooperativa de la vida regular; la gente esperando su turno pacientemente o tomando precauciones para proteger a los débiles, actos de amabilidad constantes entre extraños, amigos asegurándose de que el otro esté bien, familias pasando tiempo juntos, voluntarios entregándole comida a los mayores. A una escala mucho más grande, los gobiernos del mundo actualmente están coordinando medidas preventivas con un grado de cooperación nunca antes visto. China ha desplegado doctores y expertos en salud pública para asistir a Italia con la crisis en curso. Los israelíes y palestinos se están uniendo para luchar contra la epidemia. Los gobiernos alrededor del mundo están implementando medidas económicas para asistir a los económicamente vulnerables.

3. La pandemia global está expandiendo nuestra psicología. Los desastres naturales usualmente unen a la gente y provocan actos espontáneos de solidaridad entre extraños. En el pasado, las pandemias han demostrado ser una triste excepción a esta regla, con el miedo de contagio incrementando la xenophobia, discriminación, conflicto y competencia por recursos. Pero la humanidad parece haber aprendido de los errores del pasado.

Expander los límites de nuestra psicología tribal, pero a fin de cuentas altruista, siempre ha sido el reto más grande de la humanidad. Nuestra especie evolucionó en condiciones extremadamente duras que requerían una cooperación cuidadosamente ejecutada dentro de pequeños grupos. La historia de la humanidad ha sido una de expansión y de fallar en explotar por completo el potencial de esta naturaleza de cooperación. Conforme nuestros mundos se volvieron más integrados después de los incrementos de población en el Neolítico tardío, cada vez que grupos humanos entraban en contacto, ocurrían conquistas, guerras y esclavitud, pero también intercambios, comercio, diálogo y diversificación.

Males como el racismo, el clasismo o atrocidades como la segregación y genocidio, son, en el fondo, acciones fundamentalmente altruistas: Se llevan a cabo invariablemente de maneras desinteresadas, para beneficiar a la familia, tribu, nación o grupo al que pertenece uno, y por algo más grande que uno mismo. El terrible problema con tales actos de exclusión son simplemente sus límites, la frontera artificial más allá de la cual un humano puede considerarse un extraño.

El reciente advenimiento histórico de los medios rápidos (de los medios impresos y el telégrafo al radio, la televisión y el internet) permitió la expansión eficiente de información. Esta difusión masiva de mitos e ideas, en su momento, acentuaron tanto el tribalismo como el intercambio. Por lo tanto, la cooperación y el conflicto se han esparcido de manera exponencial conforme nuestros mundos se han ido integrando cada vez más. Lo que nos ha enseñado la historia, en otras palabras, es que los límites de nuestra psicología tribal dificultan no favorecer a "nuestro" grupo por encima de otros, y hacen mucho más fácil que la gente se una contra un enemigo percibido por una causa que se considera justa. O, de nuevo, que los límites tribales de nuestra psicología solamente se expanden cuando grupos pueden cooperar contra un enemigo más grande.

Como ha demostrado la polarización aumentada observada en tiempos recientes, la democracia y el cambio climático han demostrado ser procesos demasiado complejos y abstractos para que la mente promedio y la multitud alimentada por internet comprenda y tome decisiones cooperativas informadas. Sin embargo, la amenaza de una pandemia, real o percibida, explota todos los sesgos cognitivos correctos. Conforme muchos de nuestros mecanismos psicológicos y normas sociales co evolucionaron con patógenos y evitación de infección, la idea de una pandemia proporciona una oportunidad atractiva, intuitiva e impactante de reestructurar nuestra atención, prioridades y coaliciones. Entonces, las pandemias ofrecen una oportunidad tangible de unir a toda la humanidad contra una verdadera amenaza, y ahora sin involucrarnos en acciones exclusivas, racistas o tribales.

4. Finalmente estamos moviéndonos más despacio. El exceso de trabajo y la sobre productividad es otro problema contra el que el COVID-19 nos está ayudando. Desde mala salud mental hasta contaminación y una creciente polarización, ya se había vuelto evidente que la adicción de nuestras sociedades a la sobre producción, al sobre consumo y a los logros individuales era un desastre político, ambiental y de salud pública. Conforme se implementan medidas de distanciamiento social en todo el mundo, ya se documentó una mejora salvavidas en la calidad del aire desde China hasta Italia, con las emisiones de carbono logrando nuevas bajas récord cada día debido a los viajes aéreos reducidos.

En este punto, la mayoría de nosotros ya está viviendo en condiciones de lentitud forzada y distanciamiento que finalmente no está dando la oportunidad de trabajar menos, pasar tiempo con seres queridos y encontrar el tiempo para platicar, leer, hacer música, cocinar, salir a caminar e involucrarnos en todos los placeres que habíamos olvidado cultivar mientras estábamos persiguiendo las metas fútiles de nuestras vidas ansiosas aceleradas. Nuestras tradiciones solían prescribir días de descanso, familia y placer como el Sabbath, junto con muchas oportunidades para celebraciones y reuniones rituales de nuestra humanidad compartida y nuestra búsqueda común de significado. COVID-19 también nos recordó que la esencia social que alguna vez nos fortaleció estaba rota y nos está mostrando la manera de arreglarla.

5. Estamos encontrando significado y conexiones, incluso aislamiento. Lograr ese balance entre la lentitud y el aislamiento seguirá siendo un reto en las semanas por venir. Necesitaremos tomar los consejos de nuestras autoridades de salubridad locales sobre los grados de conexión física que son recomendables en nuestras comunidades para ayudar a proteger a los más vulnerables. Nuestros pensamientos y oraciones deben estar con aquellos que por ahora están obligados a permanecer lejos de sus seres queridos. En estos momentos de una intensa revalorización de nuestras prioridades, debemos interpretar la añoranza que podríamos sentir por más conexiones como recordatorio y celebración de la importancia de estas conexiones.

En un correo electrónico conmovedor que anunciaba la suspensión temporal de sus servicios y actividades cuando el gobierno de Quebec implementó las medidas de cierre, la Rabino, Lisa Grushcow de Montreal citó al libro de Eclesiastés para alentar a los miembros de su templo a mantenerse a salvo y conectados:

“Hay un momento para todo bajo el sol...un momento para abrazar, un momento para evitar abrazar." Puede ser difícil aceptar que lo más importante y útil que podemos hacer en este momento es quedarnos en casa. Pero lo estamos haciendo para salvar vidas y cuidar los unos de los otros.

Evitar abrazarnos, como estar agradecidos por el aire durante un ataque de asma, puede hacernos sentir profundamente agradecidos por los demás. El libro de Eclesiastés ofrece un consejo atemporal para ayudarnos a recorder lo que importa y lo que damos por sentado. El libro de Eclesiastés, con frecuencia considerado el más profundo filosóficamente, nos advierte de evitar la persecución de de vanidades bajo la garantía de que no hay nada nuevo bajo el sol. El narrador de este largo poema nos invita a considerar la futilidad y soledad de nuestros insaciables apetitos de riquezas, acumulación y logros individuales:

"Dos siempre están mejor que uno (...) ya que si uno cae, el otro puede levantarlo (...) Cuando dos yacen juntos, están cálidos; pero ¿cómo podría aquel que está solo calentarse?"

Eclesiastés nos recuerda de las cosas simples que nos completan: pasar tiempo con la familia y los seres queridos, alimentarnos adecuadamente, dormir, sentir el sol en el rostro; ver cómo el sol se pone y vuelve a salir, y sentirnos en paz con el conocimiento de que volverá a salir.

Estemos algo agradecidos de que estos tiempos complicados nos han acercado más. El sol saldrá de nuevo.

A version of this article originally appeared in English.

publicidad
Acerca de
Samuel Paul Veissière Ph.D.

Dr. Samuel Veissière, es antropólogo y científico cognitivo que estudia la interacción entre la cognición, la cultura y el comportamiento humano cooperativo. Enseña en la Universidad McGill.

Más de Samuel Paul Veissière Ph.D.
Más de Psychology Today
Más de Samuel Paul Veissière Ph.D.
Más de Psychology Today