Altruismo
Por qué las personas que tienen menos dan más
Cada uno de nosotros puede aprender valiosas lecciones a partir de la generosidad y compasión de los pobres.
26 de junio de 2020 Revisado por Kaja Perina
El incidente ocurrió hace tres décadas cuando yo estaba en la preparatoria. Pero todavía lo recuerdo vívidamente. Estábamos en un "viaje cultural" pasando unos días en una aldea remota en India central para aprender sobre la vida en una aldea. El lugar era anodino, conjuntos de chozas de lodo rodeadas por campos de trigo. Para alguien que creció en la ciudad máxima de Bombay, fue una experiencia notable.
Después de que el líder de la aldea nos dio la bienvenida, estaba caminando por la aldea cuando una anciana sumamente sonriente me llamó a gritos. Tenía al menos 70, el pelo gris y encorvada, con la postura de alguien que ha trabajado en los campos toda su vida. Su cobertizo era muy básico, era esencialmente una choza de una recámara hecha de lodo y estiércol de vaca y un techo de paja. Cuando me asomé al interior, tenía poco más que un charpai, la cama tejida tradicional, algunas ollas y sartenes en la esquina, algunos contenían alimentos, y un fuego humeante al centro.
Todo lo que poseía la mujer podía amontonarse fácilmente en una sola cama charpai, con mucho espacio de sobra. A pesar de su humilde casa y sus pocas posesiones, su rostro se iluminó con la sonrisa más brillante y acogedora. Como yo no podía entender su idioma, me hizo señas para que me sentara en el charpai. Me ofreció una taza caliente de té y un plato de comida. Cuando me lo terminé me ofreció todavía más y no aceptó un 'no' por respuesta.
Estaba impactada. Esta era una mujer que apenas tenía suficiente para comer y muy poco más. Aún así me ofrecía a mí, una completa desconocida, una amplia porción de lo que poseía. A una escala relativa, es la mayor generosidad con la que me había encontrado hasta entonces y con la que me he encontrado hasta ahora. Además, su oferta se hizo sin reservas y completamente bien intencionada, sin expectativas de recibir algo a cambio.
La razón por la que recuerdo esa experiencia tan vívidamente tantos años después es debido a la pregunta que se formó en mi mente entonces y que todavía no he sido capaz de responder de manera satisfactoria:
¿Cómo puede alguien que está pendiendo de un hilo económicamente, que tiene tan poco dinero y posesiones seguir siendo tan feliz, tan confiada, tan llena de alegría de vivir, tan generosa y tan dispuesta a compartir?
Se pueden aprender muchas lecciones de esta mujer sobre lo que significa ser feliz, vivir una vida significativa y el papel relativamente irrelevante que tienen el dinero y las posesiones en una vida así. Sin embargo, la lección en la que quiero enfocarme en esta publicación es la relación entre tener y dar.
Esta anciana no es una anomalía. Resulta que las personas que tienen menos dan más. En un ensayo, los psicólogos sociales compararon a individuos de clases sociales altas y bajas, definiendo la clase social según el estimado propio de cada persona sobre su rango socioeconómico con base en la educación, ingresos, y estado de ocupación relativo a otros en su comunidad. En sus estudios, los participantes de baja clase social fueron más generosos y creyeron que debían dar más de su ingreso anual a la caridad (4.95 por ciento contra 2.95 por ciento). También tenían más probabilidades de confiar en extraños y mostraron comportamientos más dispuestos a ayudar a alguien en problemas. Al contrario, otras investigaciones han encontrado que los individuos de clases sociales más altas son menos éticos. Tienen más probabilidades de quitarle cosas a alguien más, mentir y engañar.
¿Por qué esas personas que tienen menos dan más? Parte de la razón está en el hecho de que son más compasivas y sensibles a las necesidades de los demás. Los psicólogos se refieren a su manera de pensar como "tendencia contextualista" marcada por un enfoque externo en lo que está pasando en su ambiente con otras personas. Por otro lado, aquellos que tienen más tienden a ser egocéntricos, con "tendencias solipsistas" que están concentradas en sus propios estados internos, metas, motivaciones y emociones.
También varían en sus orientaciones temporales. Aquellos que tienen menos están enfocados en el presente mientras que aquellos que tienen más están mucho más orientados al futuro. Como la anciana, los pobres pueden decidir actuar sobre sus impulsos generosos en el ahora, en lugar de pensar demasiado sobre las repercusiones futuras de sus inclinaciones generosas.
Muchos lectores considerarán que la generosidad de la anciana fue tonta y descuidada, dañina para su propio bienestar. Sin embargo, cuando pienso en retrospectiva y recuerdo la expresión de pura felicidad en su rostro, no puedo evitar sentir celos de ella de una manera en la que no siento celos de nadie más.
Sí, tener dinero y una alto estatus social sin duda es algo bueno en muchos aspectos. El dinero da comodidad y seguridad, y carecer de él puede producir verdaderos problemas. Pero una vez que nuestras necesidades básicas se cumplen incluso con algunas comodidades, ¿acaso no hay valor en experimentar compasión hacia los demás y actuar sobre este impulso? ¿No hay algún beneficio en ser sensibles a la angustia de los demás y comportarnos como la anciana en la aldea india al menos de vez en cuando?
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A version of this article originally appeared in English.