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Verificado por Psychology Today

Sueño

A las moscas de fruta también les da sueño el calor

¿Por qué las altas temperaturas provocan sensación de cansancio? Una respuesta biológica.

Los puntos clave

  • Los receptores cerca de la base de la antena de la mosca de la fruta se conectan a las células de su cerebro.
  • Según investigadores, la activación de estas células nerviosas está asociada con el comportamiento de sueño.
  • Tanto los factores biológicos como los culturales influyen en el sueño de los seres humanos.

Si sientes más sueño de lo habitual durante una ola de calor, no eres la única persona, ni siquiera la única especie, que pasó por esto. También se puede encontrar una conexión entre la temperatura y el sueño en especies no humanas. Un estudio realizado por neurobiólogos de la Universidad Northwestern ilumina las bases biológicas de por qué las altas temperaturas pueden provocar sensación de cansancio y la inclinación a tomar siestas a mitad del día. Aquí hay un desglose de los principales hallazgos:

Determinación biológica en moscas de la fruta: El estudio revela que las moscas de la fruta exhiben un comportamiento preprogramado para descansar durante una tarde calurosa. Este comportamiento está relacionado con la presencia de "receptores de calor absoluto" cerca de la base de su antena que se conectan a las células nerviosas de su cerebro. Los investigadores ya habían encontrado receptores del frío.

Receptores de calor: Los investigadores descubrieron que los receptores de calor se activan cuando las temperaturas superan los cómodos 77 grados Fahrenheit (25 grados Celsius). El estudio sugiere que existe una respuesta neuronal directa al calor que influye en el comportamiento de las moscas.

Implicaciones para los humanos: si bien el estudio se centra en las moscas de la fruta, plantea preguntas intrigantes sobre posibles paralelos en la biología humana. Los hallazgos implican que los humanos también pueden tener mecanismos biológicos subyacentes que responden a las temperaturas externas, influyendo en nuestros patrones de sueño y niveles de energía.

Factores culturales y biológicos: Marco Gallio, coautor de este estudio, destaca que si bien las normas culturales (pensemos en las siestas) pueden influir en el comportamiento humano con respecto a las siestas, también podría haber fuertes fundamentos biológicos. El estudio sugiere que podrían existir circuitos biológicos similares en los humanos, aunque se necesita más investigación para dilucidarlos.

El ciclo diario o diurno de vigilia, sueño y hormonas en los seres humanos se centra en el SCN (núcleo supraquiasmático), un grupo de células nerviosas cerca del centro del cerebro, y la temperatura podría ser otra entrada a esta estructura, junto con las señales que responden a la luz.

Para la mosca de la fruta, la somnolencia en climas cálidos es sólo uno de los comportamientos intrigantes de estos pequeños insectos. Pueden emborracharse con alcohol; al menos eso les hace perder el control de la pared de un tubo de ensayo. Se está investigando su respuesta a los fármacos ansiolíticos y antidepresivos. Su comportamiento está siendo imitado por sistemas de IA (inteligencia artificial) entrenados observando los comportamientos de moscas de la fruta reales, como caminar, volar y acicalarse.

En resumen, el estudio subraya el papel de los circuitos neuronales sensibles a la temperatura en la regulación de los patrones de descanso y actividad en las moscas de la fruta, lo que sugiere posibles mecanismos análogos en los humanos. La imitación del comportamiento de estos pequeños insectos mediante inteligencia artificial y los efectos de medicamentos comunes utilizados por los humanos proporciona una base para futuras investigaciones sobre la intersección de las influencias ambientales y los ritmos circadianos tanto en moscas como potencialmente en humanos.

A version of this article originally appeared in English.

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Acerca de
Robert A. Lavine Ph.D.

El Dr. Robert A. Lavine, es psicólogo clínico, Profesor Asociado Adjunto de la escuela de medicina GWU, escribe para The Atlantic y es autor de How the Brain Connects to Cognitive & Behavioral Change.

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