Memoria
Monstruos reales en el espejo
Un estudio científico confirma algunas de nuestras aterradoras supersticiones con los espejos.
16 de julio de 2020 Revisado por Lybi Ma
Para la mayoría, particularmente aquellos con una tendencia hacia la autodevaluación, verse en un espejo no es una experiencia considerada del todo placentera. Aún así, la mayoría de las personas no se dan cuenta de que mirarse en un espejo, bajo las condiciones adecuadas, puede ser completamente aterrador.
Muchas leyendas y juegos como Verónica o Bloody Mary, nos han dado pistas sobre el potencial aterrador de los espejos, pero un artículo publicado en la revista Perceptions, le ha dado credibilidad científica y empírica real a estas supersticiones escabrosas. En el estudio realizado por el Dr. Caputo de la Universidad de Urbino, se le pidió a los participantes que miraran al espejo bajo una luz tenue durante diez minutos. Los resultados demostraron que el 66% de los participantes experimentaron enormes deformaciones de su propio rostro, 28% vieron a una persona desconocida y 48% vieron a seres monstruosos y fantásticos.
Estos resultados sorprendentes incitan a preguntarnos: ¿cómo es posible que ver al espejo cause que nuestros rostros adquieran deformaciones desconocidas y potencialmente aterradoras? La respuesta se encuentra en la inclinación del cerebro humano hacia el procesamiento selectivo. En términos simples, nuestros cerebros solo pueden manejar cierta cantidad de información en un momento determinado. En este momento, conforme lees este artículo, probablemente no notas la sensación de tu ropa contra tu piel, el patrón de tu respiración o cualquiera de los sonidos delicados a tu alrededor. Tu cerebro simplemente ignora estos estímulos para enfocarse mejor en lo que considera más importante (en este momento, estas palabras). Nuestro sentido de la vista funciona de la misma manera. Cuando se enfrenta a una abundancia de estimulación visual, con solo algunos estímulos considerados como relevantes, nuestros cerebros omiten las partes irrelevantes.
Este fenómeno se conoce como el Efecto Troxler, descubierto hace mucho, en 1804, por un médico y filósofo llamado Ignaz Troxler. Este es el efecto detrás de muchas de las ilusiones ópticas que encontramos en internet. Observa un punto rojo en medio de un círculo por el tiempo suficiente, y repentinamente el círculo se vuelve borroso y desaparece. Esto es porque tu cerebro ha decidido que los bordes exteriores son irrelevantes y ha disminuido su carga de procesamiento con solo desaparecerlos de nuestro dominio perceptual.
Este es un ejemplo rápido y popular, intenta enfocarte exclusivamente en el punto rojo por alrededor de 20 segundos.
De manera muy similar a la superficie de campo producida en una cámara enfocada en un objeto en particular, nuestros cerebros tienden a borrar características que no estamos observando directamente y a mezclarlas con los estímulos circundantes. Si decidimos vernos al espejo, profundizando en nuestros propios ojos por un periodo considerable de tiempo, es posible que otras áreas de nuestro rostro se empiecen a distorsionar y a mezclarse con el espejo. Tu rostro puede volverse repentinamente aterrador cuando, por decir algo, tu frente empieza a disolverse o tus mejillas se vuelven parte de tu boca. Con el tiempo, todo tu rostro puede distorsionarse y transformarse en una monstruosidad estropeada. Peor aún, a nuestros cerebros les gusta rellenar lo que no pueden reconocer con cosas que pueden reconocer, sin importar si esas cosas asustan. Tu rostro incomprensiblemente distorsionado podría convertirse en un monstruo que viste alguna vez en televisión, guardado en lo profundo de las catacumbas sinápticas de la memoria.
Habiendo intentado este experimento por mi cuenta, puedo confirmar que el efecto es real. Mientras que no vi o experimenté algo particularmente traumatizante, sí me recibieron considerables deformaciones tanto en la forma como en el color de los bordes exteriores de mi rostro y ojos. Mis cavidades oculares, ya profundizadas por la naturaleza, se hicieron todavía más profundas, hundiéndose en mi rostro hasta lucir como dos cráteres lunares. Para aquellos que quieran realizar este experimento, les advierto que la experiencia puede ser muy intrigante pero también extremadamente incómoda.
A version of this article originally appeared in English.