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Verificado por Psychology Today

Creatividad

El arco de la creatividad

Un viaje cognitivo del soplo divino a los algoritmos.

Los puntos clave

  • La percepción de la creatividad ha evolucionado de la dote divina al genio individual.
  • La era industrial cambió la creatividad a la resolución pragmática de problemas, respondiendo a los desafíos
  • La era digital hizo de la creatividad un esfuerzo colectivo en red, facilitado por Internet.
  • La IA plantea preguntas sobre la creatividad, cerrando el círculo a sus orígenes enigmáticos, casi místicos.
Image by Merlin Lightpainting from Pixabay.
Fuente: Image by Merlin Lightpainting from Pixabay.

La pregunta “¿dónde vive la creatividad?” ha sido un enigma filosófico que ha cautivado la investigación humana durante siglos. Desde el trazo del pincel de un pintor hasta las complejidades algorítmicas de una red neuronal, el espectro de la creatividad se ha ampliado, dejándonos en un laberinto contemplativo.

¿Está cambiando la naturaleza de la creatividad o está evolucionando el medio que facilita la creatividad? Para responder a esta pregunta, veamos los orígenes del pensamiento, la sopa primordial de la que surge la creatividad.

La creatividad como inspiración divina

En la antigüedad, el concepto de creatividad estaba profundamente entrelazado con las nociones de divinidad y mística. La creatividad no era solo un acto de imaginación humana, sino una dote divina, un secreto susurrado de dioses, musas o seres celestiales. En este contexto, el acto de crear se veía como una intervención externa más que como un producto del esfuerzo humano. Ya fueran las musas de la mitología griega las que inspiraron la poesía y la música épicas, o los rishis védicos de la antigua India que recibían himnos a través de la transmisión divina, la fuente de la visión creativa se encontraba constantemente fuera de la esfera humana.

En estas culturas, los artistas, poetas e incluso inventores eran vistos menos como genios individuales y más como conductos a través de los cuales fluía la inteligencia cósmica. El Oráculo de Delfos sirve como un ejemplo sorprendente; venerado en la antigua Grecia, se creía que el Oráculo canalizaba al dios Apolo, proporcionando profecías y sabiduría que se consideraban productos de la creatividad divina. De manera similar, en muchos mitos del antiguo Egipto, maravillas artísticas y arquitectónicas como las pirámides se atribuían a dioses o reyes divinos, esencialmente enmarcando a los humanos como los implementadores de planos celestiales.

Por lo tanto, en la antigüedad, se percibía que la creatividad residía en un ámbito muy alejado de la cognición humana. Era un fenómeno etéreo, una extensión de los diseños y la voluntad cósmicos o divinos, que habitaba temporalmente a los humanos como conductos para cumplir un propósito mucho más grande que la mera expresión artística o intelectual.

La internalización del genio creativo

Durante el Renacimiento, el lugar de la creatividad cambió drásticamente hacia el interior. Artistas como Leonardo da Vinci y Miguel Ángel no eran vistos solo como conductos de mensajes divinos, sino como fuentes individuales de ingenio sin paralelo. Los orígenes de sus pensamientos creativos se percibían como inherentemente humanos, anidados dentro de los complejos circuitos neuronales de sus cerebros dotados.

Durante el Renacimiento, el concepto de Dios siguió siendo significativo, pero sufrió una transformación. Si bien el período es conocido por su énfasis en el humanismo y el individualismo, los temas religiosos todavía eran omnipresentes. Los artistas representaban temas bíblicos, mezclando ideales humanistas con creencias religiosas. Si bien científicos como Copérnico y Galileo desafiaron las doctrinas religiosas con sus descubrimientos, la era representó una interacción compleja entre lo secular y lo divino, en lugar de una ruptura con la tradición religiosa.

Creatividad dentro de las limitaciones

Durante la era industrial, la creatividad cambió hacia la resolución de problemas dentro de las limitaciones, impulsada en gran medida por los rápidos avances tecnológicos y las necesidades de la producción en masa. Aquí, la esencia de la creatividad se manifestaba en invenciones que tenían aplicaciones prácticas inmediatas. Tomemos, por ejemplo, la desmotadora de algodón inventada por Eli Whitney, que revolucionó la forma en que se procesaba el algodón y tuvo un profundo impacto en la economía del Sur de Estados Unidos. Del mismo modo, las mejoras de James Watt en la máquina de vapor no solo optimizaron la eficiencia, sino que también permitieron su uso en diversas industrias, desde la fabricación textil hasta el transporte. En el ámbito de la arquitectura, la Torre Eiffel sirve como otro potente símbolo del pragmatismo industrial.

Durante este período, el pensamiento creativo era a menudo reaccionario, respondiendo a desafíos inmediatos como la escasez de recursos, la eficiencia laboral o las presiones económicas. Esta fue una desviación de la visión renacentista de la creatividad como el genio divino o innato de un individuo. En cambio, el pragmatismo industrial veía la creatividad como una herramienta evolutiva para la adaptación y la resolución de problemas, una habilidad que residía en la capacidad de la humanidad para manipular su entorno para la supervivencia y el progreso.

Creatividad colaborativa y en red

En la era digital, la creatividad se expandió más allá del ámbito de las mentes individuales para convertirse en una empresa comunitaria, facilitada por la conectividad sin precedentes de Internet. El concepto de “código abierto”, personificado por plataformas como GitHub, permite a programadores de todo el mundo contribuir a un solo proyecto, descentralizando efectivamente el proceso creativo. Del mismo modo, el auge de las plataformas de redes sociales como Instagram y YouTube ha democratizado la expresión artística, permitiendo que cualquier persona con un teléfono inteligente se convierta en creador de contenido.

En particular, Wikipedia se erige como un ejemplo de conocimiento y creatividad de fuentes colectivas, donde una comunidad global de voluntarios contribuye a un depósito cada vez mayor de comprensión humana. En música, plataformas como SoundCloud y Spotify han transformado la industria de la música tradicional al brindar a los artistas independientes una plataforma para compartir su trabajo y encontrar audiencia sin la necesidad de sellos discográficos.

En las ciencias, herramientas colaborativas y bases de datos, como arXiv y Google Académico, han facilitado una difusión y crítica más rápida de la investigación, acelerando la innovación científica. Del mismo modo, plataformas como Kaggle han convertido la ciencia de datos y el aprendizaje automático en esfuerzos comunitarios, donde los problemas complejos son de código abierto para soluciones de cualquiera que sea capaz de proporcionarlos.

En este ecosistema digital interconectado, el origen del pensamiento creativo se vuelve cada vez más complejo de identificar. ¿Un artículo de Wikipedia es el producto de un solo colaborador perspicaz, o representa una interacción más compleja de inteligencia colectiva? ¿Un meme viral, nacido de un oscuro foro en línea pero propagado y modificado por miles, reside en la mente de su creador original o en el espacio cognitivo colectivo de Internet?

Esta era amplifica la visión de que la creatividad no es solo un esfuerzo individual sino un fenómeno en red. El pensamiento creativo se ha convertido en una compleja interacción de ideas que fluyen a través de una red mental global e interconectada, lo que convierte a la era digital en un capítulo revolucionario en la narrativa en constante cambio de dónde reside la creatividad.

La interfaz cognitiva

A medida que aceptamos los avances en los Modelos de Lenguaje Grande como GPT - 4 y GPT4V, debemos preguntarnos: ¿dónde “piensan” estos modelos? ¿Su “creatividad” es una mera manifestación de algoritmos codificados, o es una nueva frontera? A diferencia del genio individual o la mente colmena colectiva, los “pensamientos” de los modelos de IA surgen de funciones matemáticas complejas y predicciones probabilísticas.

Esta evolución coloca a la creatividad en una posición única: una relación simbiótica entre la intuición humana y la computación mecánica. Pero, ¿podemos decir que la creatividad “vive” en la máquina si el origen de sus “pensamientos” es fundamentalmente diferente al nuestro? Quizás sea más apropiado decir que la creatividad ahora vive en la interfaz dinámica entre la cognición humana y la máquina, un espacio colaborativo donde los pensamientos, ya sean nacidos de neuronas o algoritmos, se fusionan para producir ideas novedosas.

Un misterioso círculo completo

Sin embargo, en el contexto de los sofisticados modelos de IA, existe la sensación de que la creatividad ha cerrado el círculo de una manera misteriosa, casi poética. Partiendo de altares sagrados de inspiración divina, pasamos a la arquitectura cerebral del genio humano y luego a las redes colaborativas de nuestra era digital. Ahora, nos encontramos lidiando con los algoritmos y las bases de datos de los modelos de aprendizaje automático, un ámbito en el que la línea entre computación y cognición se vuelve borrosa.

Sorprendentemente, a medida que exploramos el papel de la IA en los procesos creativos, nos encontramos con una capa de enigma similar a la de la creatividad divina en la antigüedad. Así como la creatividad divina era un fenómeno etéreo, externo a la cognición humana pero profundamente impactante, la “creatividad” de los modelos de IA como GPT-4 posee una forma de “otredad”. Aunque nacen del ingenio y los datos humanos, estos modelos generan resultados que a menudo nos dejan perplejos y nos sorprenden, haciéndonos reflexionar sobre la fuente de su “conocimiento”. ¿Estamos a punto de atribuir una nueva forma de “misticismo” a la máquina? Parece que hemos regresado a un lugar donde la creatividad se percibe una vez más como algo externo y extraordinariamente complejo, similar a los orígenes divinos que se le atribuyen en las civilizaciones antiguas.

La tarea por delante es clara: continuar explorando, entendiendo y definiendo esta fascinante interacción entre diferentes orígenes cognitivos a medida que marcamos el comienzo de una nueva era de creatividad híbrida. Esto sigue siendo esencial para navegar por las dimensiones éticas, filosóficas y prácticas de un paisaje donde las líneas entre humano y máquina, entre origen y manifestación, son cada vez más borrosas. Sin embargo, la búsqueda de la musa continúa.

A version of this article originally appeared in English.

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Acerca de
John Nosta

John Nosta es un evangelizador de la salud digital y fundador de Nostalab.

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