El acoso (también conocido como bullying) es un patrón distintivo de lastimar y humillar a otros de manera deliberada y constante, específicamente a aquellos que son de alguna manera más pequeños, débiles, jóvenes o más vulnerables que el acosador. La selección deliberada de aquellos con menos poder es lo que distingue al acoso de una agresión menos intensa.
El acoso puede involucrar ataques verbales (poner apodos, insultar y burlarse de la otra persona) así como físicos, amenazas de violencia, otras formas de intimidación y exclusión deliberada de las actividades. Los estudios indican que el acoso alcanza su punto máximo entre los 11 y los 13 años y disminuye conforme los niños crecen. Las agresiones físicas abiertas, como patear, golpear y empujar son más comunes entre los niños más pequeños; la agresión en relaciones, dañar o manipular las relaciones de los demás, como esparcir rumores y la exclusión social, son más comunes conforme maduran los niños.
A pesar de que el internet se presta a formas particularmente angustiantes de acoso, la mayoría del acoso ocurre en o alrededor de las escuelas o sitios de juego. Según el Centro Nacional para Estadísticas sobre Educación de Estados Unidos aproximadamente el 20 por ciento de los estudiantes reportan haber sido acosados en la escuela. Los niños y las niñas tienen probabilidades iguales de sufrir acoso.
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La gente acosa porque puede ser una manera efectiva de obtener lo que quieren, al menos a corto plazo y porque carecen de las habilidades sociales para lograrlo sin lastimar a otros. El acoso también es una manera de establecer dominio social, aunque con el tiempo, debido a que los repertorios de comportamiento de los niños suele ampliarse, se vuelve una manera cada vez más disfuncional.
Los acosadores se hacen, no nacen, y esto sucede a una edad muy temprana; si la agresión normal de los niños de dos años no se maneja de maneras consistentes, los niños no logran adquirir restricciones internas contra ese comportamiento. El acoso continuará siendo un estilo de comportamiento muy duradero, principalmente porque los acosadores obtienen lo que quieren, al menos al principio.
Las investigaciones han encontrado que los acosadores tienen una determinada composición psicológica. Carecen de comportamientos prosociales, no son afectados por la ansiedad, y no entienden los sentimientos de los demás. Muestran una característica cognitiva particular, una especie de paranoia: leen erróneamente las intenciones de los demás, tienden a imputarle hostilidad a situaciones neutrales. Es probable que no les agraden a los demás, pero ellos suelen percibirse de manera muy positiva. Quienes suelen acosar constantemente tienden a tener relaciones difíciles con sus padres y compañeros.
Las niñas tienen tantas probabilidades como los niños de ser acosadoras, pero tienen muchas menos probabilidades de participar en agresiones abiertas. En lugar de esto, tienden a lastimar a los demás dañando o manipulando sus relaciones. Tal vez esparzan rumores acerca de alguien, le digan a otros que dejen de llevarse con alguien para vengarse, impongan exclusión social, amenacen con retirar su amistad para obtener lo que quieren, o le apliquen la ley del hielo a alguien.
Los acosadores no pueden existir sin víctimas, y no molestan a cualquiera. Las investigaciones muestran que aquellos elegidos como blanco de acosadores carecen de aserción incluso en situaciones no amenazadoras e irradian miedo mucho antes de encontrarse con un acosador. Son niños que no se defienden.
Alrededor de los 7 años, los acosadores molestan a prácticamente todo el mundo. Después de eso, eligen a ciertos niños para depredarlos. Llevan a cabo un "proceso de compras" para determinar qué otros niños serían víctimas sumisas adecuadas. A los acosadores les gusta que sus víctimas demuestren su angustia cuando las molestan y que no tengan amigos ni aliados. Los investigadores han encontrado que quienes son elegidos como víctimas exudan inseguridad y preocupación.
Los estudios realizados en niños muestran que las víctimas acceden fácilmente a las demandas de los acosadores, entregando bicicletas, juguetes y más. Lloran y asumen una postura defensiva; sus demostraciones altamente visibles de dolor y sufrimiento son gratificantes para los acosadores y funcionan como un indicador importante de la dominación del acosador. Los niños que se vuelven víctimas no presentan ningún contrapeso para la agresión, lo que suele hacerlos desagradables incluso para sus compañeros no acosadores.
El acoso causa grandes cantidades de miseria a los demás, y sus efectos en las víctimas pueden durar por décadas, tal vez incluso para toda la vida. El dolor del acoso suele sentirse con mayor intensidad durante la adolescencia, una etapa del desarrollo en la que la sensibilidad al rechazo se eleva considerablemente. Hacerse la víctima es una fuente común de evasión escolar, lleva a sentimientos de vergüenza e invalidez, y puede causar ansiedad y depresión crónica.
El acoso lleva consigo el mensaje implícito de que la agresión y violencia son soluciones aceptables para los problemas cuando en realidad no lo son. La cooperación y resolución pacífica de las diferencias son las que dan soporte a un mundo cada vez más interconectado. El acoso no solamente daña a sus víctimas, daña a los perpetradores también. La mayoría de los acosadores viven en una espiral descendente ya que su comportamiento agresivo interfiere con su aprendizaje, su capacidad de conservar un trabajo y establecer y mantener relaciones íntimas.
Algunos acosadores sí logran dejar su comportamiento atrás. Pero muchos no; la agresión es un estilo muy estable de interacción social. Muchas personas que eran acosadores de niños se vuelven adultos antisociales, con más probabilidades que los niños no agresivos de cometer crímenes, golpear a sus parejas, abusar de sus hijos y producir otra generación de acosadores.
Los acosadores suelen llevar a cabo sus agresiones delante de una audiencia de iguales, y la presencia de esa audiencia suele incrementar la sensación de poder del acosador. Pero los observadores rara vez detienen la agresión; de hecho es posible que disfruten del espectáculo. Incluso si no aprueban la situación, es probable que les desagrade la víctima o teman represalias por parte del acosador.
El acoso provoca muchos daños emocionales a los individuos, y ser víctima de acoso es una razón importante por la que muchos jóvenes dejan la escuela. El acoso también daña a la sociedad en general al crear una fuente de agresión y violencia; aquellos que acosan están en un mayor riesgo de presentar comportamientos criminales de adultos.
El acoso se ha ido mudando hacia el internet a la par que la vida social de los jóvenes, así que el acoso electrónico se ha vuelto un problema importante en la última década. Mientras que el acoso solía estar confinado a las escuelas, la ubicuidad de los dispositivos electrónicos le regala a los acosadores un acceso constante a sus presas. El acoso cibernético puede ser especialmente perturbador porque es fácil hacerlo de manera anónima: puede que las víctimas no tengan idea de quién es el perpetrador.
El anonimato del acoso virtual elimina muchas limitaciones para la crueldad y amplifica la ferocidad de la agresión. Es más fácil causarle dolor y sufrimiento a otros cuando no se les está viendo a los ojos. Las tecnologías digitales en constante evolución permiten nuevas maneras de esparcir información falsa sobre las víctimas.
Tanto el acoso directo como las agresiones en relaciones florecen en internet. Los ciberacosadores pueden esparcir rumores falsos a una velocidad viral en redes sociales. Pueden hacerse pasar por alguien más y llevar a cabo todo tipo de maldades en su nombre. El acoso sexual y el ciberacoso suelen dirigirse máshacia las mujeres. Y la información maliciosa puede permanecer en internet y seguir causando estragos mucho después de que el acosador activo se detuvo.
El ciberacoso es particularmente desconcertante y extremadamente difícil de combatir porque las víctimas usualmente no saben quién está detrás de ello. Además, no hay observadores que sean testigos de los incidentes y puedan intervenir. Pero, tal vez lo más angustiante de todo, es que puede ser ineludible e implacable, dejando a las víctimas sin un solo refugio seguro.
La mejor defensa contra el acoso es tener habilidades sociales; es esencial enseñarles habilidades sociales a los niños y permitirles desarrollar confianza en sus propias habilidades. Como ingenieros sociales para niños pequeños, los padres son de especial importancia para proteger a los niños contra el acoso. Otras técnicas que pueden usar son preguntar constantemente sobre los retos sociales a los que se enfrentan los niños y representar posibles soluciones. La segunda mejor defensa contra el acoso es alejarse y no pelear.
Numerosos estudios han demostrado que la manera más efectiva de detener a un acosador es activar a los observadores; después de todo, los observadores premian a los acosadores con su atención. Ya que la mayoría de los niños son testigos de acoso en algún momento, enseñarles a aquellos que puedan tener un papel importante en detener el acoso es esencial. Es probable que un acosador se esfuerce por castigar a una persona que se le oponga, pero es poco probable que lo haga si son muchos.
Durante la década pasada o más, las escuelas han adoptado programas en contra del acoso. Sin embargo, los reportes sobre su efectividad son mixtos. Los expertos explican que las escuelas son donde se lleva a cabo la mayor parte del acoso pero no son donde se aprenden las actitudes sobre el poder y la agresión, las habilidades de regulación emocional o las habilidades sociales, que son las influencias clave para el acoso.
Los niños se avergüenzan profundamente cuando son acosados y es poco probable que le digan a alguien que están siendo atacados. Por lo tanto, los padres tienen la obligación de conocer, aunque sea un poco, las competencias generales de sus hijos entre pares y la manera en la que sus pares los tratan, preguntándole a sus profesores o incluso a los niños de maneras sutiles. Enseñarle a los niños a defenderse con violencia no es efectivo; es efectivo ayudarles a obtener habilidades sociales.