Skip to main content

Verificado por Psychology Today

Neurociencia

El descubrimiento central de la neurociencia: la mente es modular

La autocomprensión requiere que nos demos cuenta que el yo no es un todo unificado.

Los puntos clave

  • La neurociencia básica provee las bases para una actitud constructiva y de aceptación del yo.
  • El cerebro no es una entidad unificada sino una amalgama de módulos con diferentes agendas y características de operación.
  • Entender la naturaleza modular del cerebro nos permite comprender y aceptar experiencias que de otra forma serían confusas y molestas.

La investigación en neurociencia ha producido un enorme conocimiento sobre cómo funciona el cerebro. Cientos de estudios que utilizan escaneos por TAC, PET y máquinas de resonancia magnética han observado el cerebro en funcionamiento, y el conocimiento adquirido de este modo proporciona una visión profunda de la naturaleza y la experiencia humanas. Vivimos nuestras vidas con nuestros cerebros, y cuanto mejor los comprendamos, más podremos construir las vidas que queremos.

No es necesario sumergirse en los detalles técnicos para aprender las lecciones más importantes que la neurociencia tiene que enseñarnos. La clave es un cierto tipo de actitud hacia nuestras vidas psicológicas, una actitud que llamo la orientación neurocientífica (Shapiro, 2020a; 2020b). Este post expone los puntos esenciales de esa orientación.

La naturaleza fundamental del cerebro (y del Yo)

Freud lo propuso primero, y en un siglo después desde entonces, la investigación en neurociencia ha proporcionado abundante confirmación: la mente es modular (LeDoux, 2003). Esto significa que el cerebro no es una sola cosa unitaria—no es una entidad homogénea. En cambio, el cerebro es una amalgama de varios módulos o partes diferentes.

Los módulos tienen diferentes nombres, ubicaciones anatómicas, funciones, características operativas y, en gran medida, diferentes agendas. Las estructuras cerebrales están conectadas por vías neuronales, por lo que se comunican y coordinan entre sí, pero los módulos operan con un grado significativo de independencia.

Neurobiológicamente, el yo no es un todo unificado. Los neurocientíficos dicen que el cerebro es como un comité fraccionario, con miembros que frecuentemente discuten entre sí sobre qué hacer.

Cuando se observan cerebros en funcionamiento, las disputas internas se indican por altas tasas de gatilleo en los tractos nerviosos que conectan los módulos en conflicto. Esta es la base física de lo que Freud llamó "conflicto intrapsíquico".

Incluso hay un módulo (la corteza cingulada anterior) que funciona como un mediador tratando de resolver conflictos entre los otros módulos. Esto es a lo que Freud llamó "el ego".

Es solo porque la mente es modular que es capaz de tener conflicto interno. Un comité compuesto de clones nunca tendría nada que discutir, y un cerebro compuesto enteramente de las mismas cosas no podría ser "psicodinámico", no podría interactuar o entrar en conflicto consigo mismo.

La orientación neurocientífica

Comprender la naturaleza modular del cerebro puede ayudarnos a dar sentido a experiencias que de otro modo serían confusas, experiencias como la ambivalencia, la disonancia cognitiva y la indecisión (Shapiro, 2020a; 2020b). La modularidad explica cómo diferentes partes de un cerebro pueden querer cosas diferentes al mismo tiempo. Cuando las personas hacen declaraciones como, "una parte de mí quiere x, pero otra parte de mí quiere y", eso no es simplemente una metáfora—podría ser literalmente cierto.

Esta comprensión puede reducir nuestra angustia por experiencias potencialmente perturbadoras. Cuando tenemos sentimientos o pensamientos que parecen "estúpidos", "locos" o que "no tienen sentido", esto generalmente significa que nos damos cuenta de que los sentimientos o pensamientos son poco realistas, pero no podemos deshacernos de ellos. No hay nada realmente paradójico en esto, sucede todos los días.

Lo que sucede es que un módulo genera pensamientos o sentimientos que, para otro módulo del mismo cerebro, parecen estúpidos, locos o sin sentido. Una vez que entendamos la naturaleza del cerebro, nuestra reacción será: ¿por qué no? Los diferentes módulos son diferentes, y a veces radicalmente.

Si experiencias como esta se entienden con precisión, no sacudirán nuestra autoestima. La persona, como totalidad, no es estúpida, loca o actúa sin sentido porque, mientras un módulo de su cerebro generaba un pensamiento o sentimiento que pudiera tener esas características, otro módulo identificaba el sentimiento o pensamiento como poco realista y, por lo tanto, no debía traducirse en comportamiento. La persona en su conjunto está bien, simplemente es compleja.

La orientación neurocientífica puede ayudar a las personas que sufren de culpa o vergüenza por las emociones, impulsos y fantasías que encuentran moralmente inaceptables. Desde esta perspectiva, un módulo del cerebro de la persona generó un impulso que sería inmoral si se tradujera en acción, pero otro módulo del mismo cerebro identificó ese impulso como inaceptable y bloqueó su expresión en el comportamiento. Las personas no necesitan culparse por la salida del primer módulo si el segundo evita que esta salida se traduzca en comportamiento.

Lo que podemos controlar y lo que no

En general, las personas no eligen sus pensamientos y sentimientos, que llegan a nosotros sin invitación. Para cuando un pensamiento o sentimiento se vuelve consciente, es demasiado tarde para prevenirlo. Muchos pensamientos y sentimientos son generados por procesos cerebrales que no entendemos ni controlamos.

La investigación indica que tratar de controlar los pensamientos y sentimientos generalmente no tiene éxito y a menudo es contraproducente (Hayes, Strosahl y Wilson, 2016). Comprender esta realidad puede liberarnos de la culpa y la vergüenza por nuestros pensamientos, sentimientos e impulsos, mientras preservamos un sentido de responsabilidad sobre nuestro comportamiento, que generalmente podemos controlar.

Nadie elige su cerebro. Y sin embargo, las características neurobiológicas de base genética de nuestro sistema nervioso central ejercen fuertes influencias en nuestra experiencia y comportamiento.

Pero la biología basada en la genética es justo con lo que empezamos: las cartas que nos reparten. Las elecciones y los esfuerzos son la forma en que jugamos esas cartas (Shapiro, 2020a; 2020b).

La culpa por los pensamientos y sentimientos parece injusta, inútil y contraproducente. La culpa por el comportamiento, por otro lado, puede ser legítima. Cuando la culpa por las acciones se utiliza de manera efectiva, es parte de un sistema de autocorrección que nos ayuda a hacerlo mejor la próxima vez.

Aunque la orientación neurocientífica reconoce la naturaleza no elegida de fuerzas importantes que influyen en el funcionamiento humano, no implica impotencia. Los pensamientos y sentimientos afectan a la neurobiología, así como al revés. La psicoterapia es un ejemplo. Una serie de estudios han examinado los cerebros de los clientes antes y después de la terapia. Esta investigación ha encontrado consistentemente que la terapia cambia el cerebro de una manera que podemos ver en una radiografía, con un crecimiento adaptativo en las estructuras cerebrales que realizan la regulación de las emociones y la resolución de problemas.

El conocimiento sobre cómo funciona el cerebro proporciona la base para una actitud constructiva y de aceptación hacia el yo. Este conocimiento nos ayuda a dejar de criticarnos innecesariamente y apoya los esfuerzos para la automejora libre de culpa y vergüenza.

A version of this article originally appeared in English.

publicidad
Acerca de
Jeremy Shapiro Ph.D.

El Doctor Jeremy Shapiro, es psicólogo clínico y miembro adjunto de la facultad del Departamento de Ciencias Psicológicas en la Universidad de Case Western Reserve University. Es autor de Finding Goldilocks and Psychotherapeutic Diagrams.

Más de Jeremy Shapiro Ph.D.
Más de Psychology Today
Más de Jeremy Shapiro Ph.D.
Más de Psychology Today